
La cerámica ática de barniz negro y de figuras rojas del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
Pedro Miguel Naranjo
Museu de Prehistòria de València
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXVI, en línea
Permanent IRI: http://mupreva.org/pub/1636
Creative Commons BY-NC-SA 4.0 ES
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Pedro MIGUEL-NARANJO a
La cerámica ática de barniz negro y de figuras
rojas del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
RESUMEN: En este trabajo se aborda el estudio exhaustivo de toda la cerámica ática documentada
en el Sector III del yacimiento arqueológico de Alarcos hasta la actualidad. Todos los materiales se
han clasificado según su tipología y el taller, en el caso de la cerámica de figuras rojas y cuando las
características del fragmento lo han permitido. La cronología del conjunto muestra un comercio de
productos áticos de época clásica durante la segunda mitad del siglo V y durante el siglo IV a.C., con
un vacío de importaciones durante la primera mitad del siglo V y una concentración destacada a finales
del siglo V y durante toda la primera mitad del siglo IV a.C. Es muy posible que todo este repertorio se
hubiese canalizado desde la costa mediterránea del sur de la península ibérica.
PALABRAS CLAVE: Íberos, Alto Guadiana, comercio, importaciones.
Black-glazed and red-figured Attic pottery
from Sector III of Alarcos (Ciudad Real)
ABSTRACT: In this paper I study all the Attic pottery documented in Sector III of the archaeological
site of Alarcos. All the materials have been classified according to their typology and Attic workshop,
in the case of the red-figure pottery and when the characteristics of the fragment have allowed it.
The chronology of the assemblage shows a trade in Attic products from the Classical period, during
the second half of the 5th century and during the 4th century BC. There are no imports during the
first half of the 5th century and there is a substantial concentration at the end of the 5th century and
throughout the first half of the 4th century BC. I suggest that this entire repertoire was channelled from
the Mediterranean coast of the southern Iberian Peninsula.
KEYWORDS: Iberians, Upper Guadiana, trade, imports.
a
Departamento de Historia. Universidad de Castilla-La Mancha.
Pedro.MNaranjo@uclm.es
Recibido: 09/09/2024. Aceptado: 13/12/2024. Publicado en línea: 29/09/2025.
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1. INTRODUCCIÓN: ALARCOS Y SU CONTEXTO GEOGRÁFICO Y CULTURAL
El yacimiento arqueológico de Alarcos (Poblete-Ciudad Real, Ciudad Real) se sitúa en la orilla izquierda
del río Guadiana, a una altura de 100 m respecto al valle (fig. 1). Su localización en altura le permitió una
defensa natural y el control de un entorno apto para la agricultura, la ganadería y el control de la red viaria
que conectaba la meseta norte con el sur peninsular.
El cerro de Alarcos tiene 33 ha de extensión y se divide en varias zonas denominadas sector Alcazaba y
sectores I, II, III, IV, IV-E y V (Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: fig. 1). En la mayoría de las zonas
intervenidas se han atestiguado las dos fases de ocupación más relevantes registradas en el enclave: una
íbera y otra medieval, aunque los niveles arqueológicos más antiguos documentados hasta el momento
retrotraen el primer asentamiento del oppidum a la etapa transicional Bronce Final-Hierro I (García Huerta
et al., 2020: 23-57).
La fase íbera en la que se contextualizan las cerámicas áticas estudiadas en este trabajo arranca desde los
primeros momentos del Ibérico Antiguo —a mediados del siglo VI a.C.— hasta bien entrada la romanización
(Fernández Rodríguez, 2008). En este amplio periodo íbero se inscriben las tres necrópolis ibéricas
registradas hasta el momento, dos de ellas completamente excavadas: Necrópolis Ibérica de Alarcos I y II.
La tercera necrópolis o Necrópolis Ibérica de Alarcos III (en adelante NIA III), en proceso de excavación y
de estudio por un equipo de investigación del área de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha,
está ofreciendo unos límites cronológicos que se encuadran provisionalmente entre los siglos IV y I a.C.
(García Huerta et al., 2023: 154). En el desarrollo de este trabajo serán frecuentes las alusiones a la NIA III,
ya que está ofreciendo interesantes contextos cerrados con cerámica ática que constituyen un importante
referente para secuenciar las producciones documentadas en el oppidum al que se asocia.
Desde el año 1997 la citada institución también está llevando a cabo una serie de trabajos arqueológicos
sistemáticos en el Sector III, ubicado en la ladera sur del oppidum.
1: Sector III
2: Sector IV
3: Sector IV-E y NIA I
4: NIA II
5: NIA III
Fig. 1. Fotografías aéreas de Alarcos con la localización de los espacios señalados en el texto y, arriba a la izquierda,
ubicación de Alarcos en la península ibérica.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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Por problemas de espacio y con el objetivo de centrar la atención en el estudio específico de la cerámica
ática del Sector III de Alarcos se prescindirá de un análisis exhaustivo de los contextos arqueológicos
en los que dichos materiales han sido documentados, ya que existen trabajos de referencia recientes en
los que dichos contextos han sido detalladamente publicados (García Huerta et al., 2004; 2020: 97-102;
Rodríguez-Rabadán, 2024). Como resumen, cabe destacar la constatación de un gran edificio relacionado
con el almacenamiento, conservación, tratamiento y procesado del grano como revelan los restos orgánicos
conservados de diversos tipos de cereales o la existencia de un repertorio arqueológico relacionado con
dichas actividades: molinos y grandes recipientes de almacenamiento. La superficie mínima excavada del
edificio es de 400 m² y ocupa prácticamente la totalidad del área intervenida (fig. 2). En la actualidad,
se desconocen las dimensiones reales del edificio, ya que, entre los muros documentados —de grandes
dimensiones—, no figura el muro de cierre. En el interior también se ha constatado una estructura
circular formada por piedras cuarcitas trabadas que se ha relacionado con un horno de pan. La cronología
radiocarbónica refleja la ocupación del edificio desde finales del siglo V hasta el siglo III a.C., momento
en el que Alarcos experimentó su periodo de máximo apogeo. En las últimas campañas de excavación
en el Sector III también se ha documentado un espacio abierto de grandes dimensiones al que se adosan
estancias relacionadas con la transformación de alimentos. Se trata de un espacio pavimentado con grandes
losas calizas que recuerda las calles ibéricas registradas en otras zonas del yacimiento, como en el Sector
IV-E. La presencia de fauna y grandes cantidades de cerámicas fragmentadas —entre las que se encuentran
algunas de las cerámicas áticas estudiadas en este trabajo— podría indicar la existencia de vertidos para la
amortización de este espacio.
Fig. 2. Planimetría de las estructuras exhumadas en el Sector III de Alarcos. En marrón se diferencian las estructuras
correspondientes a la época ibérica, mientras que en color gris se detallan las estructuras medievales que se sobreponen
a las ibéricas (elaboración de Manuel Molina) y foto aérea la zona del sector III intervenida marcada en rojo.
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La lectura del registro arqueológico exhumado hasta la fecha en el Sector III parece indicar que fue
una zona enfocada a las actividades económicas de las comunidades ibéricas que habitaron el oppidum de
Alarcos, a diferencia de otras zonas intervenidas en el yacimiento que estuvieron relacionadas con áreas
residenciales (sector IV-E) o dedicadas al culto (sector IV).
Las posteriores construcciones medievales ocasionaron una grave alteración de los niveles arqueológicos
de época íbera, lo cual explica que una gran cantidad de la cerámica ática de esta zona se encuentre en
posición secundaria. En estos casos, son los contextos cerrados de otras zonas del yacimiento o la posición
estratigráfica de los tipos estudiados en los yacimientos circundantes los que ofrecen las mejores garantías
para conocer su datación o uso.
2. METODOLOGÍA Y OBJETIVOS
En lo relativo a la metodología de estudio, se han contabilizado 140 fragmentos típicos que suponen el
Número Mínimo de Individuos (en adelante NMI) de la muestra total estudiada, aunque solo se ha podido
identificar la tipología de 110 fragmentos al tratarse de bordes, pies o galbos con elementos morfológicos
o decorativos específicos de determinadas formas. Según la técnica, se han clasificado en dos grandes
grupos: cerámica de barniz negro y cerámica de figuras rojas y sobrepintada. Esta clasificación cuenta
con el principal problema de la fragmentación de la muestra, ya que existen especímenes adscritos a la
cerámica de barniz negro que, en realidad, pudieron haberse decorado con figuras rojas en algunas de sus
partes. Por tanto, la clasificación que se propone debe tomarse con muchas reservas. Dichos fragmentos
típicos o selectos, que representan el NMI, componen la muestra total de cerámica ática recuperada hasta
la fecha en el desarrollo de las campañas efectuadas en el Sector III desde 1997 hasta la actualidad. De
hecho, algunos de los fragmentos estudiados en este trabajo ya fueron publicados en trabajos anteriores
(García Huerta et al., 2004, 2020), aunque se han reconsiderado al ofrecerles una nueva clasificación
tipológica.
Dentro de estos dos grandes grupos, los vasos se han presentado según su funcionalidad en el mundo
griego. De esta forma, para el caso de la cerámica de barniz negro se exponen, siguiendo este orden, las
formas relacionadas con el servicio (enócoe) y el consumo de alimentos (cuencos) y bebidas (copas, escifos
y bolsales). Para la cerámica de figuras rojas, primero se han enumerado las formas relacionadas con la
mezcla del vino (cráteras) y, en segundo lugar, todo el repertorio relacionado con el consumo de bebidas
(copas, copas-escifo, escifos y cántaros). Dentro de esta estructura que atiende a su funcionalidad, los
vasos aparecen según su proporción —de mayor a menor— y referenciados según las denominaciones y
tipologías de referencia al uso, como las del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970) para la cerámica
ática de barniz negro o la de Bloesch (1940) para las copas de pie alto de figuras rojas, especificándose en
cada uno de ellos la proporción que ocupa dentro del conjunto. Como suele detallarse en estudios de este
tipo, también se han especificado las dimensiones y la coloración de las pastas. Cuando los fragmentos
lo han permitido, también se ha concretado el taller, el grupo o el pintor siguiendo las precisiones de
Beazley (1963), cuya obra —ineludible en trabajos como el que se presenta—, revolucionó los estudios
sobre cerámica ática figurada.
En lo relativo a las cronologías, se han considerado las dataciones extraídas de las diferentes
producciones en los contextos del Ática y el Mediterráneo Central, aunque, con el fin de precisar mejor
la fecha de dichas producciones en Alarcos —y siempre que el propio contexto no lo haya favorecido—,
se ha concedido una mayor importancia a los contextos peninsulares y, muy especialmente, a los del Alto
Guadiana como espacio circundante de referencia. No obstante, las diferencias cronológicas suelen ser
escasas, ya que, como apuntaba Cabrera (1987: 217), existió un mercado enormemente receptivo que
explica un corto lapso temporal entre la producción del vaso en el Ática y su adquisición por parte de las
comunidades ibéricas.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
El objetivo principal de este trabajo es el de dar a conocer todos los materiales áticos documentados en el
Sector III de Alarcos, cuyos tipos y proporción se enumeran en la tabla 1. Esta recopilación, rigurosamente
ordenada por estilos y tipos, se ha sometido a un análisis crítico sobre su datación, funcionalidad y
simbolismo dentro de la sociedad ibérica de Alarcos con el fin de contextualizar todo el conjunto dentro del
comercio de cerámicas áticas del Alto Guadiana (fig. 8). Dicha revisión, además, ha permitido concretar el
tipo de muchas piezas publicadas, la constatación de nuevos tipos y la corrección de la cronología que hasta
ahora se manejaba sobre el comercio de productos áticos en Alarcos.
Tabla 1. Resumen de todas las formas áticas identificadas en el Sector III de Alarcos, agrupadas según su
funcionalidad en Grecia. Se detalla en NMI y el porcentaje en cada caso.
Clase
Uso
Forma
Barniz negro
Servicio
Consumo de alimentos
Enócoe
Cuencos
Cuencos de pequeño tamaño
Copas tipo Cástulo
Copas de la Clase Delicada
Escifos
Bolsales
Cráteras
Copas de pie alto tipo B
Copas Viena 116
Stemless large plain rim
Copas indeterminadas
Copas-escifo heavy wall
Escifos de lechuzas
Escifos de guirnaldas
Escifos de figuras rojas
Cántaros San Valentín
Consumo de bebidas
Figuras rojas
Mezcla
Consumo de bebidas
Total
NMI
%
1
18
5
14
10
9
6
7
7
5
4
9
6
3
3
2
1
110
0.91
16.36
4.55
12.73
9.09
8.18
5.45
6.36
6.36
4.55
3.64
8.18
5.45
2.73
2.73
1.82
0.91
100
3. ESTUDIO DE LOS MATERIALES
3.1. Cerámica de barniz negro
3.1.1. Enócoe (0.91 %)
Entre los materiales recuperados en Alarcos destaca un pie indicado de una enócoe, utilizada en Grecia para
servir el vino. Es una pieza de 10 cm de diámetro, pasta gris y un barniz negro muy brillante que se restringe
a la superficie externa (fig. 3:1).
La forma del pie se adapta a un ejemplar que Richter y Milne (1935: fig. 129) incluyen en el grupo
various forms, concretamente a uno de boca trilobulada fechado en el tercer cuarto del siglo V a.C. Este
tipo se ajusta a la forma 1 de Campenon (1994: 46, fig. 2), centrado entre el 440 y el 410 a.C. Las enócoes
peninsulares con este tipo de pie se han documentado en el yacimiento de Turó de Ca N´Olivé (Cerdanyola
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del Vallès Barcelona) (Asensio et al., 2000: fig. 2:9), de la segunda mitad del siglo V a.C., y en la tumba
3F3 de la necrópolis de Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) (Alcalá-Zamora, 2003: fig. 4.28A, nº 3), datada
en el primer cuarto del siglo IV a.C. En general, se trata de una forma muy poco habitual dentro del
repertorio de cerámicas áticas de la península ibérica, ausente hasta el momento en Alarcos y el Alto
Guadiana, con una datación que se puede situar a finales del siglo V o a principios del IV a.C. según los
paralelos apuntados.
3.1.2. Cuencos (16.36 %)
En Alarcos se han registrado 18 fragmentos que pertenecen a cuencos o páteras, aunque solo se han podido
clasificar ocho en función de la dirección del borde, todos de pastas naranjas y diámetros entre los 10 y 33
cm. Los bordes son rectos (fig. 3: 2-3), reentrantes (fig. 3: 4-5) o salientes. A esta forma se adscriben dos
pies indicados de 6.5 y 10 cm de diámetro (fig. 3: 6-7), aunque sería imposible saber si pertenecieron a
cuencos de borde entrante o de borde saliente, ya que la morfología del pie fue común a ambos tipos.
Los dos cuencos de borde reentrante —o forma 21 de Lamboglia (1952: 170)— se fabricaron durante
el siglo IV a.C., aunque es posible que sus orígenes se sitúen a finales del siglo V a.C. (Sparkes y Talcott,
1970: 131-132). En la península ibérica fue una de las formas más habituales del siglo IV a.C., como ocurre
en varios yacimientos murcianos (García Cano, 1982) y extremeños (Jiménez y Ortega, 2004: 179-188).
En Ampurias (Rouillard, 1991: 485), Ullastret (Picazo, 1977: 116-117) y la Alta Andalucía (Domínguez y
Sánchez, 2001: 446) se concentraron durante la primera mitad del siglo IV a.C., mientras que en Valencia y
Castellón se constatan a partir del 375 a.C. (Macián, 2023: 55). Este comportamiento es similar al registrado
en otros yacimientos extrapeninsulares cercanos, como en Lattes (Py et al., 2001: 384), donde se observan
unas proporciones progresivamente ascendentes desde el 375 a.C. hasta el 300 a.C., cuando la cantidad se
redujo bruscamente. Destaca el empleo de estos cuencos o páteras como tapaderas de algunas cráteras del
Pintor del Tirso Negro utilizadas como urnas cinerarias, como ocurre en la tumba 176 de la necrópolis de
Baza (Granada) (Presedo, 1982: figs. 192-195). Dicha asociación corrobora la datación de estos cuencos
en el segundo cuarto del siglo IV a.C., con la posibilidad de que se fabricaran en el mismo taller que las
cráteras dada la coincidencia de los diámetros (Sánchez, 2017).
En los sectores IV, IV-E y Alcazaba de Alarcos se indica la existencia de cuencos (Fernández Rodríguez
y Madrigal, 2015: 255, figs. 5-7), algunos de borde reentrante que se han fechado en la primera mitad del
siglo IV a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 74, 80). En el caso del Cerro de las Cabezas se señala que las
páteras constituyen el 15.2 % del total (Madrigal, 2020: 166), aunque no se especifica el tipo exacto.
Para el caso de los cuencos de borde reentrante del Sector III de Alarcos no habría problema en fecharlos
en la primera mitad del siglo IV a.C., a tenor de lo propuesto para sus congéneres de la costa mediterránea
y la Alta Andalucía, desde donde debieron de llegar a la meseta sur. Además, uno de los pies de cuenco
tiene una morfología y una decoración que apuntan hacia los tipos más antiguos (fig. 3: 7) (Sparkes y
Talcott, 1970: 132), concretamente la estrechez del propio pie y la decoración a base de ovas impresas entre
líneas incisas, una composición radial que en los cuencos más tardíos se desarrolló con la tradicionalmente
denominada “técnica de la ruedecilla”. A esto se añade el fondo externo decorado con círculos concéntricos,
a diferencia de los cuencos de fechas posteriores en los que fue habitual cubrirlos con una capa homogénea
de barniz negro.
Los cuencos con el borde saliente se representan únicamente a través de un borde que se ajustan a
la forma 28 de Lamboglia (1952: 117). Su paralelo exacto, datado en el último cuarto del siglo IV a.C.,
se halla en El Cigarralejo (Mula, Murcia) (García Cano, 1982: fig. 31-3). Sin embargo, existen cuencos
similares en Baza que se fechan a mediados del siglo IV a.C. o incluso en el segundo cuarto del mismo
(Domínguez y Sánchez, 2001: fig. 95:79, 81). Teniendo en cuenta la convivencia de estos cuencos con los
de borde reentrante (Jiménez y Ortega, 2004: 182), cabría apuntar una cronología similar de la primera
mitad del siglo IV a.C., una consideración que sería extensible a los cuencos de borde recto como ya
apuntaron Cabrera y Sánchez (1994: nº 73, 75-76).
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Fig. 3. 1: enócoe; 2-7: cuencos; 8-13: cuencos de pequeño tamaño.
3.1.3. Cuencos de pequeño tamaño (4.55 %)
Los cinco fragmentos de cuencos de pequeño tamaño identificados (fig. 3: 8-13) tienen pastas grises,
marrones y naranjas. Los bordes oscilan entre 11 y 12 cm, mientras que el único pie tiene 7 cm de diámetro.
Siguiendo a Sparkes y Talcott (1970: 132 y ss.), los cuencos referidos muestran características que se
aproximan a los tipos projectin rim (fig. 3: 8), broad base (fig. 3: 9-11) y later and light (fig. 3: 12-13), los
dos primeros de borde saliente y el tercero con borde entrante.
Cuencos de este tipo aparecen de forma frecuente en la península ibérica desde inicios del siglo IV
a.C., fundamentalmente durante los tres primeros cuartos (Domínguez y Sánchez, 2001: figs. 94:78, 95:80,
99:92-93). En dicha cronología se fechó un ejemplar del tipo later and light de Calatrava la Vieja (MiguelNaranjo y Martínez-González, 2019: fig. 3:3-4). En el Sector IV de Alarcos también se documentaron
cuencos de este último tipo (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 77-78), igualmente fechables a partir de inicios
del siglo IV a.C.
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3.1.4. Copas de pie bajo
3.1.4.1. Copas tipo Cástulo (12.73 %)
Las comúnmente denominadas “copas tipo Cástulo” (Shefton, 1982: 337-370) o stemless inset lip del
Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970: 101-102) son, en términos generales, copas de pie bajo, poco
profundas y con una carena externa a cuya altura se aplicaron dos asas laterales, aunque lo más distintivo
es una moldura interna muy marcada. En cuanto a la decoración, hay autores que han visto en la selección
de las zonas barnizadas de la copa tipo Cástulo sus marcadores cronológicos (Sparkes y Talcott, 1970: 101102; Sánchez, 1992). Estas valoraciones cuentan con una generalizada aceptación entre los investigadores,
aunque Gracia (2003) propuso algunas matizaciones en función de la morfología. En general, la copa tipo
Cástulo fue una de las formas más populares y demandadas por las comunidades ibéricas, hasta tal punto
de producirse y comercializarse para el mercado griego con Occidente dentro de un contexto en el que este
tipo ya no era habitual en el Ática (Shefton, 1982).
En el Sector III de Alarcos se han identificado 14 fragmentos que corresponden a copas tipo Cástulo
(fig. 4: 1-9). Los bordes tienen entre los 15 y los 17 cm de diámetro, mientras que los pies tienen 8 y 9 cm
de diámetro. Las pastas son grises, beige, marrones y naranjas.
Con relación a la cronología, se ha podido identificar un fragmento de copa tipo Cástulo de la primera
generación, concretamente un pie anular anillado con 9 cm de diámetro que, como fue habitual en estas
primeras copas, solo se barnizó la mitad superior, con la mitad inferior en reserva (fig. 4: 7). Otro indicio
para esta adscripción es el fondo externo en reserva como indica el arranque del mismo. Este tipo de copas
irrumpieron en la península ibérica en el 450 a.C. (Sánchez, 1992: 330-331), incluyendo el Alto Guadiana
como indican los ejemplos de Los Toriles-Casas Altas (Urbina y Urquijo, 2017: 39, 102 (arriba)), Calatrava
la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014; Miguel-Naranjo y Martínez-González, 2019: fig. 2:1-4, 6), el Cerro de las
Cabezas (Vélez y Pérez, 1987: lám. IX.47), Valdarachas y algunas de la Motilla de las Cañas como se ha
podido comprobar en una reciente revisión de los materiales.
Dicha cronología debe tomarse como límite inferior máximo, ya que en los últimos años se está
comprobando una temprana irrupción de esta forma en el Mediterráneo central con respecto a su
fabricación en el Ática desde el 480 a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 102), como ocurre en el yacimiento
siciliano de Morgantina (Walsh y Antonaccio, 2014: 48-50). De hecho, en trabajos más recientes se ha
defendido una cronología del 460-450 a.C. (Rodríguez Pérez, 2021: tab. 1), por lo que las copas de Alarcos
y de otros yacimientos del Alto Guadiana podrían fecharse sin problema en el 460 a.C. Este dato aporta
una información significativa para la reconstrucción cronológica del comercio de productos griegos en el
yacimiento de Alarcos, ya que la ausencia de formas fechadas en este momento había planteado un hiatus
durante los tres primeros cuartos del siglo V a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: 358; Fernández y Madrigal,
2015: 261; García Huerta et al., 2020: 98).
Muchos de los fragmentos de copa tipo Cástulo estudiados podían pertenecer a las copas de esta primera
generación, un dato que solo se puede precisar en aquellos casos en los que se conservan las zonas que
se dejaron en reserva y que determinan su clasificación entre las copas más antiguas: panel entre las asas,
fondo externo salvo el centro y mitad inferior de los pies. Sin embargo, existen otros casos en los que
se puede asegurar su indudable adscripción a las copas posteriores, fechadas entre finales del siglo V o
principios del IV a.C. hasta el 375 a.C. (Domínguez y Sánchez, 2001: 445), como un asa que conserva
parte de la pared o dos pies anulares totalmente barnizados en la superficie externa (fig. 4: 6, 8-9). Estas
segundas más recientes se comercializaron mucho más que las primeras, con una expansión por toda
la mitad sur peninsular y la costa mediterránea (Jiménez y Blanco, 2004: fig. 36), incluyendo algunos
yacimientos con niveles ibéricos del Alto Guadiana. Aunque en Calatrava la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014:
fig. 4; Miguel-Naranjo y Martínez-González, 2019: fig. 2:7-12), Los Toriles-Casas Altas (Urbina y Urquijo,
2017: segunda fila-cuarta y quinta) y en la Motilla de los Palacios (García Huerta y Morales, 1999: 122)
aparecen en posición secundaria, las copas tipo Cástulo de esta variedad se han localizado en las secuencias
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Fig. 4. 1-9: copas tipo Cástulo; 10-15: copas de la Clase Delicada; 16-22: escifos.
estratigráficas de La Bienvenida-Sisapo (Zarzalejos et al., 1995: nº 17), las fases II y III del Cerro de las
Cabezas (Vélez y Pérez, 2008: figs. 8 (abajo) y 21; Madrigal, 2020: fig. 2), en la Motilla de las Cañas
(Molina et al., 1983: fig. 9:a-c) y en los sectores IV, IV-E y Alcazaba de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994:
nº 14-26; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: figs. 11-12, figs. 5-7).
3.1.4.2. Copas de la clase delicada (9.09 %)
Se han recuperado 10 fragmentos que pertenecen a copas de la clase delicada, con pastas marrones, grises o
naranjas (fig. 4: 10-15). Solo se han podido determinar las dimensiones de un borde de 16 cm de diámetro y
dos pies de 8 y 9 cm de diámetro. También se han conservado dos fondos internos con la típica decoración
de lengüetas o líneas impresas e incisas que forman una roseta o esquema radial (fig. 4: 13-15).
Las stemless large delicate class o copas de la clase delicada son copas de pie bajo, de escasa
profundidad y dos asas laterales (Sparkes y Talcott, 1970: 102-105). Aparte del escaso grosor de sus
paredes, se caracterizan por tener una pequeña moldura interna que interrumpe levemente la continuidad
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del perfil cóncavo. Fue una forma que surgió en el segundo cuarto del siglo V a.C. con unos pies robustos
y sin tallo, aunque en las creaciones desarrolladas entre el tercer cuarto del siglo V a.C. y el segundo cuarto
del siglo IV a.C. se configuró un pie mucho más complejo formado por varios toros y escocias y por un tallo
estilizado que conectó con el cuerpo. En el fondo externo se elaboraron los típicos círculos concéntricos,
marcados por pequeñas molduras o acanaladuras, mientras que los fondos internos se decoraron con
composiciones radiales impresas e incisas a base de lengüetas, líneas y palmetas concatenadas por trazos
curvos.
Desde finales del siglo V y comienzos del siglo IV a.C. las copas de la clase delicada inundaron la
geografía peninsular (Jiménez y Ortega, 2004: fig. 44), por lo que la modalidad registrada más frecuente es
aquella con el pie estilizado.
Las características morfológicas de los especímenes de Alarcos ofrecen un marco cronológico amplio
que abarca desde el tercer cuarto del siglo V hasta mediados del siglo IV a.C., aunque lo habitual es que
en la península ibérica el límite se sitúe a partir de finales del siglo V a.C. (García Cano, 1982: 19), como
ocurre con los ejemplos más antiguos de la Alta Andalucía (Domínguez y Sánchez, 2001: figs. 161:450,
169:861). No obstante, en la necrópolis de Longuera (Cártama, Málaga) (García Alfonso, 2017: 184, fig.
4.b) las copas de la clase delicada se han datado durante la segunda mitad del siglo V a.C., mientras que en
Ullastret (Picazo, 1977: 100-102) y en la zona de la Edetania (Macián, 2023: fig. 2) arrancan desde el 425
a.C. De fechas posteriores son las copas de Castellones de Ceal que cubren toda la primera mitad del siglo
IV a.C. (Trías, 1967-68: lám. CCXLI:1), mientras que en el depósito de El Zacatín se fechan en el primer
cuarto del siglo IV a.C. (Adroher et al., 2016: 12).
En el Alto Guadiana las copas de la clase delicada se documentan en La Bienvenida (Zarzalejos et
al., 1995: nº 15), aunque en posición secundaria. En los sectores IV y IV-E de Alarcos existen ejemplos
fechados en el primer cuarto del siglo IV a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 10-13; Fernández Rodríguez y
Madrigal, 2015: figs. 5, 7), una datación que corroboran las copas de este tipo documentadas en un depósito
de ofrendas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 9: 1-6). Por otro lado, el borde del Sector III
(fig. 4:10) fue hallado en un nivel arqueológico ibérico en el que se recogió una muestra fechada por C-14
(Beta 265288) durante el primer cuarto del siglo IV cal. a.C. (García Huerta et al., 2020: Tab. 13), por lo
que parece clara la presencia de esta forma en el Alto Guadiana durante este momento.
3.1.5. Escifos (8.18 %)
Esta forma la representan nueve fragmentos de pastas marrones, grises y naranjas (fig. 4: 16-22),
concretamente bordes de 10-14 cm y bases de 6-11 cm de diámetro. Todos son escifos del tipo A o ático
de Beazley (1963: 982), aunque la fragmentación de los ejemplares no permite concretar si se trata de
la variante de perfil simple o de doble curva. En general, los escifos son vasos profundos, con dos asas
laterales y horizontales que suelen situarse justo por debajo del borde.
Fue una de las formas más habituales de la península ibérica, documentándose tanto en contextos del
siglo V como del IV a.C. De esta forma, aparecen en Huelva en un nivel del 480-450 a.C. (Rufete, 2002:
lám. 53.13), mientras que en el silicernium de la tumba 25 (Blánquez, 1990: fig. 59) y de la tumba 20
(Blánquez, 1991) de la necrópolis de Los Villares (Hoya-Gonzalo, Albacete) se fecharon en la segunda
mitad del siglo V a.C. Por su parte, en la tumba 549 de la necrópolis del Cabecico del Tesoro (García Cano,
1982: fig. 4.3) o en la necrópolis de Castillejo de los Baños (Fortuna, Murcia) (García Cano, 2003: fig. 2.2)
se dataron entre finales del siglo V y principios del IV a.C., mientras que los ejemplares de Baza (Presedo,
1982: lám. 33.3, 5) o en el depósito del Zacatín (Adroher et al., 2016: fig. 2:1-6) se han situado en el primer
cuarto del IV a.C.
En el sector IV de Alarcos fueron documentados algunos escifos de barniz negro fechados en la primera
mitad del siglo IV a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 59, 66, 67, 69; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015:
fig. 5), aunque los escifos de tipo A de la variante de perfil continuo hallados en un depósito de ofrendas de la
NIA III concretan su datación en el primer cuarto del siglo IV a.C. (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 13-14).
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
11
3.1.6. Bolsales (5.45 %)
Los bolsales se representan a través de seis fragmentos de pastas grises, marrones y naranjas: cuatro bases
entre los 7.2 y los 9 cm de diámetro y dos fondos (fig. 5: 1-4). Morfológicamente, los bolsales son parecidos
a los escifos, aunque más anchos y menos altos, además de un característico pie apuntado y una pequeña
moldura tras una concavidad entre el pie y el inicio del cuerpo (fig. 5: 1).
En el Ágora de Atenas se documenta desde el tercer cuarto del siglo V a.C. y durante todo el siglo IV
a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 107). En la península ibérica empezó a comercializarse desde finales del siglo
V a.C., aunque fue durante la primera mitad del siglo IV a.C. cuando verdaderamente se popularizó esta
forma. Así lo reflejan los yacimientos de la Alta Andalucía, donde el bolsal se asocia mayoritariamente a
escifos del Grupo del Fat Boy y a copas del Grupo de Viena 116 (Domínguez y Sánchez, 2001: 448-449),
o en la necrópolis murciana de Coimbra del Barranco Ancho en el que se halla estratificado en un nivel del
segundo cuarto del siglo IV a.C. (García Cano, 2017: 193).
Fig. 5. 1-4: bolsales; 5-11: cráteras de campana.
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P. Miguel-Naranjo
La ubicación del bolsal como forma predominante del siglo IV a.C. también la avalan los contextos
extremeños, donde está ausente en los repertorios cerámicos de finales del siglo V a.C. (Jiménez y Ortega,
2004: 147). De hecho, en Extremadura solo se ha localizado un fragmento en el Tamborrio (Entrerrios,
Badajoz), donde las importaciones áticas son exclusivas del siglo IV a.C. (Jiménez, 2017: 241).
En la meseta sur, los silicernia de las tumbas 20 y 25 (Blánquez, 1990: 235-278, fig. 53-56) presentan
bolsales asociados a cántaros del tipo Saint Valentín y copas tipo Cástulo de la segunda generación, por lo
que los bolsales ya irrumpieron en el interior peninsular durante los momentos finales del siglo V a.C. En el
Alto Guadiana, se documentan bolsales en el Cerro de las Cabezas, aunque solo se indica su proporción del
3.9 % (Madrigal, 2020: 116). En Alarcos también se indica su presencia en los sectores IV-E y Alcazaba,
fechados entre finales del siglo V y la primera mitad del siglo IV a.C. (Fernández Rodríguez y Madrigal,
2015: 248), y 1 NMI en el depósito de ofrendas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 10:1).
Los ejemplares del Sector III corresponden claramente con el tipo desarrollado a partir del tercer cuarto
del siglo V a.C., aunque existen detalles morfológicos que permiten precisar más la cronología. Hay dos
pies indicados que podrían fecharse a finales del siglo V a.C., ya que los puntos de apoyo son lisos y los
fondos externos están en reserva, quizás para la ejecución de los típicos esquemas de círculos concéntricos
según las tendencias del siglo V a.C. (fig. 5: 2-3). Sin embargo, en el depósito de ofrendas de la NIA III este
tipo aparece en un contexto fechado entre el 380-370 a.C. (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 10:1), por lo
que quizás perduró durante el primer cuarto del siglo IV a.C. El ejemplar más completo parece fecharse en
la primera mitad del siglo IV a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 107-108; Adroher et al., 2016: 12) por el fondo
externo totalmente barnizado, la ranura en el punto de apoyo o el fondo interno decorado con ruedecilla (fig.
5: 1), unas características que se repiten en sus congéneres de la Alta Andalucía (Domínguez y Sánchez,
2001: figs. 167:542; 175:923-924).
3.2. Cerámica de figuras rojas y sobrepintada
3.2.1. Cráteras de campana (6.36 %)
Se clasifican como cráteras de campana siete fragmentos: tres bordes (fig. 5: 5-7), un pie indicado (fig. 5:
8), un tallo barnizado solo en la superficie externa (fig. 5:9) y dos galbos decorados con figuras rojas (fig.
5: 10-11); uno de ellos con la típica palmeta de abanico representada por debajo de las asas (fig. 5: 11). Las
pastas son mayoritariamente naranjas, aunque también hay un caso de pasta beige y otro marrón.
Algunos bordes presentan la recurrente muesca bajo el labio y las características ramas de laurel en
figuras rojas que los circunda. Tan solo se han podido determinar los 25 cm de diámetro en uno de los
bordes (fig. 5: 7) que, junto a los 11 cm de diámetro pie indicado (fig. 5: 8), revela la existencia en Alarcos
de cráteras de campana de reducidas dimensiones. Estas cráteras son muy típicas en las producciones más
tardías del taller del Pintor del Tirso Negro (Sánchez, 2000: 44), de poco después de mediados del siglo
IV a.C. (Domínguez y Sánchez, 2001: 429), como se aprecia en el Pecio de El Sec (Arribas et al., 1987)
o en la tumba 176 del Cerro del Santuario (Baza, Granada) (Presedo, 1982: 235, figs. fig. 192.2; 193:1,
lám. XXXII:1-4). Aunque las dimensiones del fragmento no permiten asegurar su inclusión entre las obras
del Pintor del Tirso Negro, la morfometría podría apuntar una datación desde mediados del siglo IV a.C.
Aunque existen ejemplos puntuales del siglo V a.C., como en Ampurias (Miró, 2006: 105) entre
otros enclaves costeros, las cráteras de campana se generalizaron en la península ibérica desde los inicios
del siglo IV a.C. (Domínguez y Sánchez, 2001: 426). Esta situación estaría en sintonía con el comercio
Mediterráneo en el que se aprecia un incremento de la demanda de este tipo de vasos desde los inicios del
siglo IV (Kathariou, 2023). Para el caso peninsular las cráteras del Grupo de Telos se comercializaron de
forma abundante durante el segundo cuarto del siglo IV a.C. cuando (Sánchez, 2000).
En el territorio correspondiente con la actual provincia de Ciudad Real también se comercializaron
cráteras áticas de campana como indican los hallazgos de los sectores IV, IV-E y Alcazaba de Alarcos
(Cabrera y Sánchez, 1994: nº 28-36, Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: fig. 5-7), la necrópolis del
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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camino del Matadero (Alhambra) (Madrigal y Fernández Rodríguez, 2001: 227, nota 4), el Cerro de las
Cabezas (Madrigal, 2020: fig. 5), Calatrava la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014: fig. 3; Miguel-Naranjo y
Martínez-González, 2019: fig. 3:1) o la necrópolis del Toro (Alcubillas, Ciudad Real) (Fuentes y Benítez
de Lugo, 2021:105). El principal problema de este repertorio es su fragmentación, ya que limita su
interpretación, clasificación y adscripción a grupos o talleres. Sin embargo, algunos ejemplares se han
podido clasificar sin problema en el taller del Retorted Painter —del grupo de Telos—, como es el caso
de un fragmento del sector IV de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994: 365) o el extraordinario ejemplar
utilizado como urna cineraria en la tumba 80 de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2024).
Con la representación del Grupo de Telos en Alarcos se avala la llegada de cráteras de campana al Alto
Guadiana durante el segundo cuarto del siglo IV a.C., aunque parece que dicha comercialización empezó un poco
antes, concretamente durante el primer cuarto del siglo IV a.C. Así lo revelan algunas de las cráteras de campana
de un depósito de ofrendas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 4) o el estilo de la citada crátera de
la necrópolis del Toro. Además, el galbo en el que se reconoce parte del himation de uno de los personajes de
una escena de palestra de la cara B de una crátera de campana (fig. 5: 10) fue hallado en un nivel arqueológico
ibérico sin alterar en el que se recogió una muestra para análisis de C-14 (Beta 265288), cuyo resultado ofreció
una cronología calibrada centrada en el primer cuarto del siglo IV cal. a.C. (García Huerta et al., 2020: tab. 13).
3.2.2. Copas
3.2.2.1. Copas de pie alto (6.36 %)
Las copas de pie alto de Alarcos se reducen a tres bordes entre los 18 y 19 cm de diámetro (fig. 6: 1-4),
tres galbos (fig. 6: 5-7) y un fondo (fig. 6: 8). Las pastas son marrones, grises y naranjas. Las superficies se
cubrieron con barniz negro y algunas conservan motivos como palmetas de abanico, parte de las vestimentas
y, en dos casos, a dos personajes masculinos (fig. 6: 2, 8).
Formalmente, los fragmentos se adscriben a copas de pie alto del tipo B de Bloesch (1940). En la
península ibérica no fueron muy habituales en comparación con las copas de pie bajo, aunque existen
depósitos como el de Zacatín en el que se identificaron seis ejemplares (Rouillard et al., 2017: 275-278). De
hecho, en el Alto Guadiana se documentan únicamente en el Cerro de las Cabezas (Madrigal, 2020: fig. 3),
a no ser que entre las clasificadas como “copas de figuras rojas” de los sectores IV, IV-E y Alcazaba figure
algún ejemplar de esta tipología (Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: 245).
El fragmento de fondo de Alarcos, en cuya superficie interna se muestra el hombro y el brazo derecho de
un personaje masculino que sujeta una lanza, presenta una ejecución que recuerda a las formas depuradas del
siglo V a.C. (fig. 6: 8). Aunque su fragmentación impide más precisiones, el hecho de que las producciones
del siglo V en Alarcos comiencen a partir del 460-450 a.C. plantearía su datación en la segunda mitad del
siglo V a.C., un espacio temporal en el que se inscriben algunas producciones del Cerro de las Cabezas
(Madrigal, 2020: figs. 3-4).
Mucho más segura es la atribución al taller del Pintor de Jena del borde de copa en el que se representa a
un atleta dentro de una escena de palestra: vestido con himation y con la mano extendida al frente (fig. 6: 2).
La impronta del estilo del círculo del Pintor de Jena queda patente en algunos detalles anatómicos, como el
ojo, la mano, la forma de hacer el labio inferior o la tendencia por las cabelleras rizadas. Dicho taller, fechado
en el primer cuarto del siglo IV a.C. (Kathariou, 2010), fue el más prolífico en la producción de copas de
figuras rojas de principios del siglo IV a.C. (Boardman, 1989: 169). De su taller, Beazley (1963: 1510-1516)
diferenció tres estilos entre los que destaca el estilo B en el que quedaría clasificado este fragmento. Las
producciones del taller del Pintor de Jena quedan muy representadas en Alarcos, sobre todo en un depósito de
ofrendas de la NIA III en el que se han documentado 13 NMI de copas de pie alto tipo B adscritas al estilo B y
3 NMI de stemless large plain rim del estilo C de dicho taller (Miguel-Naranjo et al., 2025: figs. 5, 6 y 8: 1-3).
Al taller del Pintor de Jena se han adscrito, entre otros vasos peninsulares, algunas piezas de Ullastret
(Maluquer de Motes et al., 1984: pl. 24:3, 25:5-6), Ampurias (Trías, 1967-68: lám. XCV:15, lám. LXXXII:24;
Miró, 2006: fig. 543-560) o la necrópolis de la Longuera (Cártama, Málaga) (García Alfonso, 2017: 184).
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P. Miguel-Naranjo
Fig. 6. 1-8: copas de pie alto tipo B; 9-13: copas del Grupo de Viena 116; 14-17: stemless large plain rim; 18-26:
fragmentos de copas de tipología indeterminada.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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3.2.2.2. Copas de pie bajo
3.2.2.2.1. Copas del Grupo de Viena 116 (4.55 %)
Los fragmentos de copas del Sector III de Alarcos adscritos al Grupo de Viena 116 son cinco: dos bordes de
15 y 13 cm de diámetro (fig. 6: 9-10), un pie de 7.5 cm de diámetro (fig. 6: 11) y dos galbos (fig. 6: 12-13).
Uno de los galbos corresponde a la parte situada entre el tallo y el cuerpo, en el que se distingue la moldura
externa y parte de la decoración en ambas superficies (fig. 6: 12). La iconografía responde a las típicas
escenas de palestra, como se advierte en el disco de uno de los bordes (fig. 6: 10) o la estereotipada imagen
del atleta vestido con himation inscrita en un medallón (fig. 6: 11).
Las producciones del Grupo de Viena 116 (Beazley, 1963: 1526-1527), fechadas en el segundo cuarto
del siglo IV a.C. (Muscolino, 2017: 101), se caracterizan por un estilo mediocre y una escasa calidad
artística. Este descuido en las formas estéticas se observa en otros vasos de talleres contemporáneos, como
los escifos del Grupo del Fat Boy o las cráteras del Grupo de Telos. En consonancia a la situación registrada
en otras regiones de la península ibérica (Jiménez y Ortega, 2004: fig. 44), las copas del Grupo de Viena
116 fueron muy populares entre las poblaciones ibéricas del Alto Guadiana. Así, se documentan en La
Bienvenida-Sisapo (Zarzalejos et al., 1995: nº 9-10, 15-16), el Cerro de las Cabezas (Vélez y Pérez, 1987:
lám. IX.48; Madrigal, 2020: fig. 6-7), la Motilla de las Cañas (Molina et al., 1983: fig. 9:e-g), los sectores
IV y Alcazaba de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 47-48; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: 262,
fig. 19) y Calatrava la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014: fig. 5; Miguel-Naranjo y Martínez-González, 2019:
fig. 3:5, 7-11, 17), uno de estos últimos erróneamente adscrito a pintores del Grupo de Telos (Blanco et al.,
2012: fig. 19:B1-B3; Miguel-Naranjo y González-Martínez, 2019: 147, fig. 3:17).
3.2.2.2.2. Stemless large plain rim (3.64 %)
Las stemless large plain rim del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970: 102) son copas de pie bajo,
paredes convexas, borde recto y dos asas laterales. Las superficies se cubrieron con barniz negro, a
excepción de los fondos externos en los que se elaboraron composiciones de círculos concéntricos. Los
fondos internos fueron decorados en ocasiones con medallones de figuras rojas.
En Alarcos se ha conservado un borde de 11 cm de diámetro, dos pies indicados entre 7.5 y 8 cm de
diámetro y un fragmento de fondo (fig. 6: 14-17). En los medallones internos de los fondos se adivina una
lechuza entre ramas de olivo (fig. 6: 14) y un atleta desnudo (fig. 6: 15).
Las copas de pie bajo de este tipo se documentan en el Ágora de Atenas desde finales del segundo
cuarto del siglo V a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 102), aunque en la península ibérica se concentran
fundamentalmente en la segunda mitad del siglo V a.C. (Miguel-Naranjo et al. 2023a: 104). En el caso
particular del ejemplar decorado con una lechuza entre ramas de olivo (fig. 6: 14) —bastante significativo
dada la escasez de copas de este tipo asociadas a dicho motivo en el contexto del Mediterráneo (MiguelNaranjo et al., 2023b: 20)— existen ejemplares análogos peninsulares cuyos contextos apuntan hacia la
segunda mitad del siglo V a.C. o los momentos finales del mismo, como en Castellones de Ceal (Hinojares,
Jaén) (Trías, 1967-68: lám. CCXXXIX: 2), La Bienvenida-Sisapo (Zarzalejos et al., 1995: nº 2) o en Cancho
Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) (Gracia, 2003: lám. 7: 2).
Para el fragmento con la posible representación del atleta (fig. 6: 15), existen paralelismos con una
copa de Ullastret atribuida al Pintor de Jena (Maluquer de Motes et al., 1984: pl. 25:6), por lo que podría
atribuirse a este taller. Concretamente, se incluiría en el estilo C que se desarrolló sobre copas de este tipo
(Kathariou, 2010), un estilo definido por una estética más tosca y que, como ya se indicó, está representado
en la NIA III.
3.2.2.3. Copas de figuras rojas de tipología indeterminada (8.18 %)
Entre el repertorio estudiado existen fragmentos que, a juzgar por los grosores de las paredes y la selección
de las partes decoradas, corresponden con copas de tipología indeterminada. Dentro del conjunto se han
reconocido asas (fig. 6: 18), arranques de asas (fig. 6: 19) y los típicos motivos que delimitan los medallones
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P. Miguel-Naranjo
internos de las copas, como círculos concéntricos (fig. 6: 21) o grecas (fig. 6: 22). En uno de los fragmentos se
distingue un atleta desnudo que pertenece a una escena de palestra representada en un medallón interno (fig.
6: 20). El resto se compone de pequeños fragmentos de paredes en las que se reconocen motivos vegetales
(fig. 6: 26), como palmetas de abanico (fig. 6: 23-24), o parte de las vestimentas de los personajes (fig. 6: 25).
3.2.3. Copas-escifo (5.45 %)
Entre el repertorio se han recuperado seis fragmentos de copas-escifo con pastas beige, naranjas, grises y
marrones: dos bordes de 11 y 12 cm de diámetro (fig. 7: 1), un pie indicado (fig. 7: 2), un fondo con ovas
y palmetas impresas (fig. 7: 3) y dos galbos; uno igualmente decorado con palmetas impresas (fig. 7: 4) y
otro con restos de una palmeta en figuras rojas (fig. 7: 5). Las copas-escifo presentadas pertenecen al tipo
heavy wall del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970: 111-112), elaboradas en el Ática entre el 420 y el
380 a.C. En la península ibérica existen algunos ejemplares antiguos que rozan este límite inferior (Macián,
2023: fig. 2), aunque los más recientes se han llevado hasta el segundo cuarto del siglo IV a.C. (García
Cano, 1982 20; Domínguez y Sánchez, 2001: 448). En un depósito de ofrendas de la NIA III (MiguelNaranjo et al., 2025: fig. 7: 1-3) y en el sector IV de Alarcos se han documentado copas-escifo del Pintor
Q (Cabrera y Sánchez, 1994: 358), centradas en el primer cuarto del siglo IV a.C. en consonancia con la
información que aportan otros contextos del Mediterráneo (Muscolino, 2017: 100-101).
Recientemente se han publicado copas-escifo en yacimientos del Alto Guadiana, como en el Cerro de
las Cabezas (Madrigal, 2020: 166) o en los sectores Alcazaba y IV de Alarcos (Fernández Rodríguez y
Madrigal, 2015: 244), aunque en ninguno se ha especificado el tipo.
3.2.4. Escifos
3.2.4.1. Escifos de lechuza (2.73 %)
También se han recuperado dos bordes de 10 y 15 cm de diámetro (fig. 7: 6-7) y un galbo (fig. 7: 8) que
pertenecen a escifos de lechuzas, con pastas naranjas. Solo el borde que conserva la parte superior del ojo
derecho de la lechuza (fig. 7: 6) permite clasificarlo en el grupo III de Johnson (1955), ya que los otros dos
ejemplares solo conservan parte de las ramas de olivo.
En un estudio clásico de Johnson (1955) se estudiaron los escifos y las glaucas, denominadas
respectivamente escifos de tipo A y B-glaucas por Beazley (1963: 982). Aunque ambas formas se decoraron
con la misma iconografía de la lechuza entre ramas de olivo, existe una diferencia tipológica, ya que las
glaucas —a diferencia de los escifos— curvan los bordes hacia el interior. En los casos que nos ocupan, no
hay duda de que los dos bordes pertenecen al tipo A, concretamente a los de borde recto y perfil continuo.
Escifos y glaucas se fecharon desde el 480 a.C. y durante todo el segundo y tercer cuarto del siglo V
a.C. (Beazley, 1963: 982; Boardman, 1989: 39). En la península ibérica, los ejemplares de Ampurias se
concentran en el tercer cuarto del siglo V a.C., aunque Miró (2006: 199) señaló que podrían alcanzar el último
cuarto del mismo. De hecho, existen glaucas en yacimientos peninsulares cuyos límites cronológicos se han
llevado hasta el 375 a.C., como ocurre en La Alcudia (Elche, Alicante) (Trías, 1967-68: lám. CLXXV.8),
calle Botica nº 10 (Huelva) (Rouillard, 1991: 738) y en un propio depósito de ofrendas en el que se han
registrado dos glaucas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 8: 5-6).
Centrando la atención en el caso específico de los escifos del tipo A con lechuzas hallados en el
Mediterráneo (Beazley, 1963), se observa una mayor concentración de los ejemplares en la segunda mitad
del siglo V a.C., aunque también hay ejemplares fechados en el segundo cuarto del siglo IV a.C. (Fabrini,
1984: 62, Tav. 31.b).
3.2.4.2. Escifos de guirnaldas (2.73 %)
Entre los fragmentos de escifos estudiados se encuentra una base de 9.5 cm de diámetro en cuya superficie
externa se aprecia la característica línea blanca sobrepintada ejecutada en este tipo de escifos (fig. 7: 9),
así como dos galbos con líneas blancas paralelas también sobrepintadas (fig. 7: 10-11). Las pastas son
marrones, naranjas y grises.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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Fig. 7. 1-5: copas-escifo; 6-8:
escifos de lechuzas; 9-11: escifos
de guirnaldas; 12-13: escifos de
figuras rojas; 14: cántaros San
Valentín.
Formalmente, son escifos del tipo A de la variante de borde recto y perfil continuo que fueron estudiados
por Rouillard y Picazo (1976) en un trabajo de referencia. En este caso, los bordes fueron ribeteados en la
superficie externa por una guirnalda de hojas de mirto o de hiedra en figuras rojas entre las que se intercalan
los frutos elaborados con blanco sobrepintado. Este tipo de escifos fueron escasos en el Ática, por lo que
debió ser una de las producciones enfocadas al comercio con Occidente, como ilustran algunos ejemplares
italianos (Fabrini, 1984: 142-143), entre los que destaca el documentado en la Tumba 399 de la necrópolis
de Spina de finales del siglo V a.C. (Massei, 1978: Tav. VI.1).
Algunos de los conjuntos más destacados de escifos con guirnaldas de hojas de mirto de la península
ibérica se han documentado en Cancho Roano (Gracia, 2003: lám. 9-10) y en Ullastret (Picazo, 1977: 9394), con una datación respectiva de finales del siglo V y la primera mitad del siglo IV a.C. En Huelva, este
tipo de escifos se asocian a cántaros Saint Valentín que corroboran su datación a finales de finales del siglo
V a.C. (Jiménez y Ortega, 2004: 137). Los fragmentos de escifos de este tipo del sector IV de Alarcos se han
fechado en algún momento de la segunda mitad del siglo V a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: 358; Fernández
Rodríguez, 2015: 251, fig. 13:A-88-IV-23-2286-A), aunque los contextos peninsulares parecen apuntar
preferentemente hacia los momentos finales del mismo.
3.2.4.3. Escifos de figuras rojas (1.82 %)
Entre los escifos de figuras rojas destaca un borde de pasta naranja con 11 cm de diámetro que pertenece
a un escifo de tipo A de la variante de doble curva (fig. 7: 12), típico del siglo IV a.C. (Sparkes y Talcott,
1970: fig. 4:352). La tipología del vaso y el estilo desarrollado permiten adscribir el fragmento al Fat Boy
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Group de Beazley (1963: 1484-1494), caracterizado por una baja calidad artística en sintonía con otras
producciones contemporáneas. La impronta de dicho grupo queda patente en el remate rasgado del ojo
y en la forma de hacer el cabello de un personaje —muy probablemente integrado en la típica escena de
palestra— formado por una mancha homogénea con tres lóbulos dentro de un amplio espacio en reserva
que forma la figura roja. Los trabajos del grupo del Fat Boy se concentraron en el segundo cuarto y en los
inicios del tercer cuarto del siglo IV a.C. (Paleothodoros, 2015: 107), aunque las revisiones más recientes
encuadran las primeras producciones en torno al 380 a.C. (Muscolino, 2017: 98, 110). Con relación a la
distribución, dentro del vasto espacio geográfico en el que se comercializaron los vasos del grupo del Fat
Boy se encuentra la península ibérica, en la que se han documentado más de 117 escifos (Paleothodoros,
2015: Tab. 1).
Dentro del contexto específico de la península ibérica, Ampurias muestra el mayor número de testimonios
con 58 ejemplares (Miró, 2006: 66). Es posible que desde dicho enclave se comercializaran estos vasos
hacia otros yacimientos ibéricos cercanos como Ullastret (Maluquer de Motes et al., 1984: pl. 31, 32:5,
pl. 44:2) o Castell de Palamós (Aquilué et al., 2017: fig. 4:4). La Alta Andalucía también encabeza la lista
de los sitios con una mayor concentración. Es significativo que, de los escasos escifos documentados en
Andalucía oriental, la mayoría pertenezcan al grupo del Fat Boy (Domínguez y Sánchez, 2001: 442). Más al
norte, los escifos del grupo del Fat Boy también aparecen en las necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho
(Jumilla, Murcia) (García Cano y Gil, 2009: 81) y en La Albufereta (Alicante) (García Cardiel, 2017: 215).
Sin embargo, la distribución de esta serie no se circunscribió exclusivamente a espacios costeros, ya que
también se han documentado en el interior peninsular, como en Botija (Cáceres) (Jiménez, 2017: fig. 5A.3).
Para el caso particular del Alto Guadiana, se trata del primer ejemplar documentado hasta el momento del
grupo del Fat Boy, ya que el referente geográfico más cercano se localizó en la tumba IX de la necrópolis
de Baños de la Muela (Linares, Jaén) (Blázquez, 1975: fig. 85:6).
Por otro lado, también se conserva un fragmento de pared de escifo con una escena dionisíaca en la que
solo se conserva la piña de un tirso y los restos de la mano y la cara de un personaje (fig. 7:13). El tirso tiene
puntos blancos sobrepintados, lo que, unido al estilo descuidado del motivo, permite señalar su posible
datación desde finales del siglo V a.C. o, más probablemente, en el siglo IV a.C.
3.2.5. Cántaros sessile del Grupo San Valentín (0.91 %)
También se ha recuperado un asa de cántaros sessile del Grupo Saint Valentín (Howard y Johnson, 1955) (fig.
7:14), muy representados en el sector IV de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 4; Fernández Rodríguez y
Madrigal, 2015: fig. 13: arriba e izquierda), por lo que no supone una forma desconocida en este oppidum oretano.
La revisión de los materiales de Pradillo del Moro también ha permitido concretar como cántaros San Valentín
el fragmento de un borde erróneamente clasificado como escifo (Patiño, 1988: 304). Con la información que
ofrece el fragmento estudiado sería imposible clasificarlo en las tipologías de referencia (Howard y Johnson,
1955). Tan solo se pueden marcar los límites cronológicos, situados entre el segundo cuarto y finales del siglo
V a.C. (Beazley, 1963: 985). Estas producciones, que combinaron la técnica de figuras rojas con el blanco
sobrepintado, se suelen fechar en la península ibérica en la segunda mitad del siglo V a.C. (Miró, 2006: 103),
aunque son más habituales los contextos de finales del siglo V y los inicios del IV a.C. (García Cano, 1982:
60). El contexto más cercano en el que se ha documentado un destacado lote de cántaros Saint Valentín es la
necrópolis de los Villares (Blánquez, 1990, 1991), fechado a finales del siglo V a.C.
4. LA CERÁMICA ÁTICA DE ALARCOS EN EL CONTEXTO DEL ALTO GUADIANA
La información sobre el comercio de cerámica ática en el Alto Guadiana ha crecido exponencialmente
gracias a los trabajos sistemáticos desarrollados en yacimientos como Alarcos, La Bienvenida, el Cerro
de las Cabezas, Alhambra o Calatrava la Vieja entre otros (fig. 8). Como resultado inmediato, queda
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superado un estado de la cuestión en el que el conocimiento de las importaciones griegas se restringía casi
exclusivamente a materiales hallados en posición secundaria (Patiño, 1988). Sin embargo, a pesar de todos
los esfuerzos, se cuenta con muchas limitaciones, casi todas derivadas de un material muy fragmentado que
impide precisar algunas cuestiones como la iconografía, los talleres o la propia identificación de la forma.
Por este motivo, se ha querido hacer un estudio exhaustivo de todas las cerámicas áticas del Sector III con el
fin de extraer la máxima información y, junto con los estudios de otros sectores (Cabrera y Sánchez, 1994;
Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015), ofrecer una imagen integral sobre el comercio de cerámica ática
de Alarcos.
En el Sector III la muestra estudiada la componen 140 fragmentos típicos, aunque solo se ha podido
determinar el tipo o la forma del 80 %. De este conjunto, el 71.82 % corresponde con formas para beber,
un 20.91 % para el consumo de sólidos, un 6.36 % para la mezcla y tan solo el 0.91 % para el servicio
de líquidos (tabla 1). En algunos contextos funerarios ibéricos, sobre todo de la Alta Andalucía (Sánchez,
2017), las cráteras se usaron como urnas cinerarias, un comportamiento que también se registra en la NIA III
a través de un extraordinario ejemplar del Retorted Painter (Miguel-Naranjo et al., 2024). Sin embargo —
como revelan los fragmentos estudiados del Sector III— también fue una forma de uso doméstico, aunque
desconocemos si en estos contextos las comunidades ibéricas de Alarcos les concedieron su uso original
para mezclar el agua con el vino o si, por el contrario, les dieron un uso que desconocemos.
De la enumeración y proporción del elenco de formas se deduce que la mayoría de vasos importados
desde el Ática y adquiridos por las comunidades ibéricas de Alarcos se relacionan con la vajilla de mesa y,
más concretamente, con vasos para beber. Este comportamiento sigue la tónica de la dinámica comercial
Fig. 8. Mapa del Alto Guadiana con los yacimientos de la actual provincia de Ciudad Real citados en el texto en los que
se ha documentado cerámica ática: 1. Alarcos (Poblete-Ciudad Real), 2. La Bienvenida-Sisapo (Almodóvar del Campo),
3. Valdarachas (Poblete), 4. Calatrava La Vieja (Carrión de Calatrava), 5. Motilla de las Cañas (Daimiel), 6. Necrópolis
de Los Toriles-Casas Altas (Villarrubia de los Ojos), 7. Motilla de los Palacios (Almagro), 8. Cerro Domínguez-Oretum
(Granátula de Calatrava), 9. Pradillo de los Moros (Membrilla), 10. Cerro de las Cabezas (Valdepeñas), 11. Necrópolis
del Camino del Matadero y Las Fuentes (Alhambra), 12. Necrópolis del Toro (Alcubillas), 13. El Morrón (Torre de Juan
Abad), 14. Cerro de las Nieves (Pedro Muñoz).
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registrada en el Alto Guadiana y en la península ibérica en general, en la que los vasos áticos —concebidos
como vajilla de lujo— adquirieron un importante papel en la configuración de las identidades de las jefaturas
íberas que visualizarían su poder en espacios relacionados con el banquete y la comensalidad (Domínguez,
2001-02). Sin embargo, dentro de esta consideración de la cerámica ática como vajilla de lujo, el hecho de
que en algunas regiones predominen determinadas formas frente a otras —como se ha comprobado en el
caso de La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia) en el que predominan los cuencos (Amorós y VivesFerrándiz, 2022: 14, 16), frente a las formas para beber en el Sector III de Alarcos— invita a una reflexión
al respecto, ya que podría ser un comportamiento derivado de las diferentes vías de aprovisionamiento o
de las demandas locales.
A pesar de las alteraciones por las posteriores construcciones medievales, muchas de las cerámicas
áticas se han localizado en suelos de uso que corrobora su contextualización en un espacio relacionado con
las actividades productivas y económicas de las comunidades ibéricas de Alarcos. Para el caso concreto
del almacén, es interesante ponerlo en relación con el almacén colectivo del poblado ibérico de la Bastida
de les Alcusses anteriormente citado, en el que también se registraron cerámicas áticas (Amorós y VivesFerrándiz, 2022: 14). Es posible que —como se ha interpretado para el almacén valenciano— en el edificio
del Sector III de Alarcos también se conservaran los vasos áticos para su posterior distribución. Para el caso
de la zona enlosada de este sector, muchos de los fragmentos formaron parte de los vertidos de amortización,
por lo que sería muy difícil deducir su uso dentro de este espacio.
Gran parte del repertorio documentado en Alarcos se ha registrado en otros yacimientos del Alto
Guadiana, a excepción de formas y talleres que hasta el momento solo se han localizado en el Sector III
de Alarcos: enócoes, escifos del tipo A con lechuzas, copas del taller del Pintor de Jena o escifos del grupo
del Fat Boy. En el Sector III también se han constatado fragmentos de fondos de copas en los que solo se
conservan dos círculos concéntricos en reserva para delimitar el medallón central (fig. 6:21). Con fragmentos
similares, Cabrera y Sánchez (1994: 364, nº 6-7) señalaron la existencia de obras del taller del Pintor de
Marlay al indicar que en Alarcos aparecen los siete ítems que representan al que denominaron “horizonte
ampuritano”, una información que se ha ido reiterando en trabajos sucesivos sobre las producciones áticas
de este yacimiento sin ofrecer un ejemplo claro que lo demuestre. En este trabajo se ha preferido no adscribir
a dicho taller fragmentos con una información semejante, ya que el recurso de los dos círculos concéntricos
para delimitar medallones fue recurrente en varios talleres áticos.
En cuanto a la cronología, los ejemplares estudiados del Sector III cubren un marco temporal
ininterrumpido que abarca desde el 460 a.C. hasta finales del siglo IV a.C., aunque es desde finales del siglo
V a.C. y durante toda la primera mitad del siglo IV a.C. cuando hay una mayor concentración y variedad
de vasos importados del Ática. Esta secuencia es la misma que la registrada en los sectores Alcazaba, IV y
IV-E (Cabrera y Sánchez, 1994; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015), a excepción de la fecha del 460
a.C. que revela la copa tipo Cástulo de la primera generación del Sector III.
Por su parte, de las tres necrópolis ibéricas localizadas hasta la fecha en Alarcos, solo la NIA III
ha proporcionado materiales áticos que permiten establecer una interrelación entre esta y el poblado.
Aunque se encuentra en fase de estudio, los materiales exhumados hasta la fecha en la NIA III confirman
un aumento de las importaciones áticas a partir de los inicios del siglo IV a.C., con una destacada
concentración entre el 400 y el 350 a.C. Entre los materiales que cubren este marco cronológico se
encuentra la crátera de campana de la Tumba 80 adscrita al Retorted Painter (Miguel-Naranjo et al.,
2024) o los 49 NMI que forman un depósito de ofrendas fechado entre el 380-370 a.C., en el que destacan
varias stemless large plain rim y copas de pie alto del tipo B del taller del Pintor de Jena, glaucas,
copas-escifo del Pintor Q, cráteras del Pintor de la Grifomaquia de Oxford o copas de la clase delicada
(Miguel-Naranjo et al., 2025). En cuanto a las tumbas, salvo un fragmento de copa tipo Cástulo antigua
(460-450 a.C.), el resto de los materiales áticos documentados hasta el momento se fechan en el siglo
IV a.C.: fragmentos de cráteras de campana, copas-escifo del Pintor Q, escifos del grupo del Fat Boy o
copas de la clase delicada entre otros.
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Esta secuencia no significa que el comercio de cerámicas áticas comenzara en Alarcos a mediados del
siglo V a.C., ya que se han documentado materiales en los sectores IV, IV-E y Alcazaba que se remontan a
los momentos finales del siglo VI a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 1-3; Fernández Rodríguez y Madrigal,
2015: fig. 9). Los límites cronológicos sobre el comercio de cerámica griega en Alarcos tienen que elevarse
a la primera mitad del siglo VI a.C., según se desprende de la revisión que se está llevando a cabo de los
materiales del oppidum y entre los que se han reconocido cerámicas arcaicas procedentes de Grecia del Este.
La recepción de cerámicas griegas durante época Arcaica también se registra en la Bienvenida-Sisapo
(Zarzalejos et al., 1995: nº 1), si bien en este yacimiento las primeras importaciones griegas se remontan
a una fase anterior de finales del siglo VIII o principios del VII a.C. (Zarzalejos et al., 2017: fig. 15). Por
tanto, los circuitos comerciales que conectaban el Alto Guadiana con los puertos de comercio costeros que
canalizaban importaciones griegas ya estaban activos desde el Hierro I.
En el Cerro de las Cabezas también se ha registrado un borde de figuras negras con una palmeta de
abanico fechado por sus excavadores a finales del siglo VI o principios del siglo V a.C. (Madrigal, 2020:
166, fig. 1). El borde corresponde con una copa-escifo haimoniana cuya producción, según los trabajos más
recientes (Garés, 2023), se prolongó hasta el 400 a.C. La moldura remarcada en el tercio superior del borde
lo pone en estrecha relación con el Grupo de Ullastret, al que probablemente pertenezca y cuya cronología
se extiende entre el 430-400 a.C. (Garés et al., 2025). Por tanto, el fragmento de figuras negras tardías del
Cerro de las Cabezas no se trataría de una producción arcaica, sino de época clásica.
Con la información cronológica que ofrecen los materiales de Alarcos se observa un hiatus de las
importaciones griegas durante gran parte de la primera mitad del siglo V a.C., acorde con la situación
registrada en el Alto (García Huerta y Morales, 1999) y Medio Guadiana (Jiménez y Ortega, 2004: 149).
De hecho, y a excepción de casos excepcionales como Ampurias, existe un vacío de importaciones en la
práctica totalidad de la península ibérica durante este periodo, una cuestión que se ha relacionado con el
reajuste comercial y el reenfoque de los principales puertos de comercio hacia la costa mediterránea a raíz
de la crisis del mundo tartésico. De esta forma, Huelva o Cádiz —que durante el Hierro I habían sido los
principales puertos de comercio— reducen su protagonismo a favor de otros puertos levantinos con la
consecuente reducción de los materiales importados durante la primera mitad del siglo V a.C. Esta dinámica
comercial argumenta que el grueso de la cerámica ática peninsular tenga menor calidad artística, ya que
fue desde mediados del siglo V a.C. cuando los talleres áticos descuidaron la técnica (Boardman, 1989: 7).
En cuanto a las rutas comerciales, es muy probable que la cerámica griega arcaica irrumpiera en el Alto
Guadiana desde Huelva, sobre todo si se tiene en cuenta la inclusión del Alto Guadiana en la órbita tartésica
durante el Hierro I (Miguel-Naranjo et al., 2023b: 16). Esta arteria Sur-Norte, que muy probablemente fosilizó
en la posterior Vía de la Plata, tuvo —a la altura de Medellín— un ramal hacia el Valle de Alcudia, quizás
el Itinerario 29 de Antonino de época romana (Zarzalejos et al., 1995: 186). Esta red de aprovisionamiento
experimentó cambios a finales del siglo VI a.C. a raíz de la citada crisis de Tarteso. Tradicionalmente se ha
señalado el papel protagonista de Ampurias como el principal centro redistribuidor (Domínguez, 1996: 65-67).
Sin embargo, es bastante reveladora la semejanza entre el repertorio tipológico de Alarcos y el de los yacimientos
de la mitad sur peninsular, a excepción del pie de enócoe. Son bastante significativas las copas con una lechuza
en el medallón del fondo interno, ya que son muy puntuales en el registro arqueológico peninsular, por lo que es
muy posible que el puerto comercial desde donde llegaron las importaciones áticas de época clásica se situara
en el sur de la actual comunidad Valenciana, Murcia y, más probablemente, la Alta Andalucía. A partir de la
distribución de las cráteras del Retorted Painter (Miguel-Naranjo et al., 2024: fig. 5), se podría plantear Villaricos
como uno de los principales puertos de comercio por el que se introdujeron las importaciones áticas del siglo IV
a.C. y que atravesaron toda la parte meridional de la Oretania. Tampoco habría que descartar la ruta Sur-Norte
frecuentada durante el Hierro I que, aunque con menor importancia, pudo seguir activa en época íbera.
También se planteó la denominada “Ruta de los Santuarios” (Maluquer de Motes, 1985: 22, 24),
cuya trayectoria iría desde Santa Pola hasta Medellín atravesando toda la meseta Sur. Esto explicaría las
concomitancias entre algunos de los materiales áticos del Alto y Medio Guadiana, como las copas con
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lechuzas, los escifos del Fat Boy Group, las copas del grupo de Vienna 116 o los escifos de guirnaldas.
Sin embargo, hay materiales del Alto Guadiana que están completamente ausentes en el Guadiana Medio,
como los cántaros del tipo Saint Valentín o las copas de pie alto, por lo que todo parece indicar que los
circuitos comerciales que operaron en ambas zonas fueron distintos. Las cráteras de campana también son
reveladoras, ya que existe un destacado número en el Alto Guadiana frente a un único fragmento de borde
del Guadiana Medio, aunque esta circunstancia podría relacionarse con las demandas de las poblaciones
locales de cada una de estas regiones culturalmente diferenciadas durante los siglos V y IV a.C.
Planteados los repertorios y la línea cronológica en la que se contextualizan, se concluye la importancia
del Alto Guadiana en la recepción de importaciones áticas que empieza a ser destacada a finales del siglo V o
principios del siglo IV a.C., un flujo comercial directamente relacionado con la demanda de una élite social
que concibió la vajilla ática como un elemento de ostentación y distinción social. La variedad tipológica
y de talleres registrados en el Alto Guadiana revela la importancia de esta región dentro de los estudios de
cerámica ática de la península ibérica, en los que a veces no se consideran los contextos del interior. Por este
motivo, es necesario seguir avanzando en la revisión de materiales procedentes de excavaciones antiguas y
la documentación de repertorios estratificados para marcar nuevas líneas de investigación relacionadas con
los usos y simbolismo que las cerámicas áticas tuvieron entre las sociedades íberas oretanas.
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Archivo de Prehistoria Levantina
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Permanent IRI: http://mupreva.org/pub/1636
Creative Commons BY-NC-SA 4.0 ES
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Pedro MIGUEL-NARANJO a
La cerámica ática de barniz negro y de figuras
rojas del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
RESUMEN: En este trabajo se aborda el estudio exhaustivo de toda la cerámica ática documentada
en el Sector III del yacimiento arqueológico de Alarcos hasta la actualidad. Todos los materiales se
han clasificado según su tipología y el taller, en el caso de la cerámica de figuras rojas y cuando las
características del fragmento lo han permitido. La cronología del conjunto muestra un comercio de
productos áticos de época clásica durante la segunda mitad del siglo V y durante el siglo IV a.C., con
un vacío de importaciones durante la primera mitad del siglo V y una concentración destacada a finales
del siglo V y durante toda la primera mitad del siglo IV a.C. Es muy posible que todo este repertorio se
hubiese canalizado desde la costa mediterránea del sur de la península ibérica.
PALABRAS CLAVE: Íberos, Alto Guadiana, comercio, importaciones.
Black-glazed and red-figured Attic pottery
from Sector III of Alarcos (Ciudad Real)
ABSTRACT: In this paper I study all the Attic pottery documented in Sector III of the archaeological
site of Alarcos. All the materials have been classified according to their typology and Attic workshop,
in the case of the red-figure pottery and when the characteristics of the fragment have allowed it.
The chronology of the assemblage shows a trade in Attic products from the Classical period, during
the second half of the 5th century and during the 4th century BC. There are no imports during the
first half of the 5th century and there is a substantial concentration at the end of the 5th century and
throughout the first half of the 4th century BC. I suggest that this entire repertoire was channelled from
the Mediterranean coast of the southern Iberian Peninsula.
KEYWORDS: Iberians, Upper Guadiana, trade, imports.
a
Departamento de Historia. Universidad de Castilla-La Mancha.
Pedro.MNaranjo@uclm.es
Recibido: 09/09/2024. Aceptado: 13/12/2024. Publicado en línea: 29/09/2025.
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1. INTRODUCCIÓN: ALARCOS Y SU CONTEXTO GEOGRÁFICO Y CULTURAL
El yacimiento arqueológico de Alarcos (Poblete-Ciudad Real, Ciudad Real) se sitúa en la orilla izquierda
del río Guadiana, a una altura de 100 m respecto al valle (fig. 1). Su localización en altura le permitió una
defensa natural y el control de un entorno apto para la agricultura, la ganadería y el control de la red viaria
que conectaba la meseta norte con el sur peninsular.
El cerro de Alarcos tiene 33 ha de extensión y se divide en varias zonas denominadas sector Alcazaba y
sectores I, II, III, IV, IV-E y V (Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: fig. 1). En la mayoría de las zonas
intervenidas se han atestiguado las dos fases de ocupación más relevantes registradas en el enclave: una
íbera y otra medieval, aunque los niveles arqueológicos más antiguos documentados hasta el momento
retrotraen el primer asentamiento del oppidum a la etapa transicional Bronce Final-Hierro I (García Huerta
et al., 2020: 23-57).
La fase íbera en la que se contextualizan las cerámicas áticas estudiadas en este trabajo arranca desde los
primeros momentos del Ibérico Antiguo —a mediados del siglo VI a.C.— hasta bien entrada la romanización
(Fernández Rodríguez, 2008). En este amplio periodo íbero se inscriben las tres necrópolis ibéricas
registradas hasta el momento, dos de ellas completamente excavadas: Necrópolis Ibérica de Alarcos I y II.
La tercera necrópolis o Necrópolis Ibérica de Alarcos III (en adelante NIA III), en proceso de excavación y
de estudio por un equipo de investigación del área de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha,
está ofreciendo unos límites cronológicos que se encuadran provisionalmente entre los siglos IV y I a.C.
(García Huerta et al., 2023: 154). En el desarrollo de este trabajo serán frecuentes las alusiones a la NIA III,
ya que está ofreciendo interesantes contextos cerrados con cerámica ática que constituyen un importante
referente para secuenciar las producciones documentadas en el oppidum al que se asocia.
Desde el año 1997 la citada institución también está llevando a cabo una serie de trabajos arqueológicos
sistemáticos en el Sector III, ubicado en la ladera sur del oppidum.
1: Sector III
2: Sector IV
3: Sector IV-E y NIA I
4: NIA II
5: NIA III
Fig. 1. Fotografías aéreas de Alarcos con la localización de los espacios señalados en el texto y, arriba a la izquierda,
ubicación de Alarcos en la península ibérica.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
3
Por problemas de espacio y con el objetivo de centrar la atención en el estudio específico de la cerámica
ática del Sector III de Alarcos se prescindirá de un análisis exhaustivo de los contextos arqueológicos
en los que dichos materiales han sido documentados, ya que existen trabajos de referencia recientes en
los que dichos contextos han sido detalladamente publicados (García Huerta et al., 2004; 2020: 97-102;
Rodríguez-Rabadán, 2024). Como resumen, cabe destacar la constatación de un gran edificio relacionado
con el almacenamiento, conservación, tratamiento y procesado del grano como revelan los restos orgánicos
conservados de diversos tipos de cereales o la existencia de un repertorio arqueológico relacionado con
dichas actividades: molinos y grandes recipientes de almacenamiento. La superficie mínima excavada del
edificio es de 400 m² y ocupa prácticamente la totalidad del área intervenida (fig. 2). En la actualidad,
se desconocen las dimensiones reales del edificio, ya que, entre los muros documentados —de grandes
dimensiones—, no figura el muro de cierre. En el interior también se ha constatado una estructura
circular formada por piedras cuarcitas trabadas que se ha relacionado con un horno de pan. La cronología
radiocarbónica refleja la ocupación del edificio desde finales del siglo V hasta el siglo III a.C., momento
en el que Alarcos experimentó su periodo de máximo apogeo. En las últimas campañas de excavación
en el Sector III también se ha documentado un espacio abierto de grandes dimensiones al que se adosan
estancias relacionadas con la transformación de alimentos. Se trata de un espacio pavimentado con grandes
losas calizas que recuerda las calles ibéricas registradas en otras zonas del yacimiento, como en el Sector
IV-E. La presencia de fauna y grandes cantidades de cerámicas fragmentadas —entre las que se encuentran
algunas de las cerámicas áticas estudiadas en este trabajo— podría indicar la existencia de vertidos para la
amortización de este espacio.
Fig. 2. Planimetría de las estructuras exhumadas en el Sector III de Alarcos. En marrón se diferencian las estructuras
correspondientes a la época ibérica, mientras que en color gris se detallan las estructuras medievales que se sobreponen
a las ibéricas (elaboración de Manuel Molina) y foto aérea la zona del sector III intervenida marcada en rojo.
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P. Miguel-Naranjo
La lectura del registro arqueológico exhumado hasta la fecha en el Sector III parece indicar que fue
una zona enfocada a las actividades económicas de las comunidades ibéricas que habitaron el oppidum de
Alarcos, a diferencia de otras zonas intervenidas en el yacimiento que estuvieron relacionadas con áreas
residenciales (sector IV-E) o dedicadas al culto (sector IV).
Las posteriores construcciones medievales ocasionaron una grave alteración de los niveles arqueológicos
de época íbera, lo cual explica que una gran cantidad de la cerámica ática de esta zona se encuentre en
posición secundaria. En estos casos, son los contextos cerrados de otras zonas del yacimiento o la posición
estratigráfica de los tipos estudiados en los yacimientos circundantes los que ofrecen las mejores garantías
para conocer su datación o uso.
2. METODOLOGÍA Y OBJETIVOS
En lo relativo a la metodología de estudio, se han contabilizado 140 fragmentos típicos que suponen el
Número Mínimo de Individuos (en adelante NMI) de la muestra total estudiada, aunque solo se ha podido
identificar la tipología de 110 fragmentos al tratarse de bordes, pies o galbos con elementos morfológicos
o decorativos específicos de determinadas formas. Según la técnica, se han clasificado en dos grandes
grupos: cerámica de barniz negro y cerámica de figuras rojas y sobrepintada. Esta clasificación cuenta
con el principal problema de la fragmentación de la muestra, ya que existen especímenes adscritos a la
cerámica de barniz negro que, en realidad, pudieron haberse decorado con figuras rojas en algunas de sus
partes. Por tanto, la clasificación que se propone debe tomarse con muchas reservas. Dichos fragmentos
típicos o selectos, que representan el NMI, componen la muestra total de cerámica ática recuperada hasta
la fecha en el desarrollo de las campañas efectuadas en el Sector III desde 1997 hasta la actualidad. De
hecho, algunos de los fragmentos estudiados en este trabajo ya fueron publicados en trabajos anteriores
(García Huerta et al., 2004, 2020), aunque se han reconsiderado al ofrecerles una nueva clasificación
tipológica.
Dentro de estos dos grandes grupos, los vasos se han presentado según su funcionalidad en el mundo
griego. De esta forma, para el caso de la cerámica de barniz negro se exponen, siguiendo este orden, las
formas relacionadas con el servicio (enócoe) y el consumo de alimentos (cuencos) y bebidas (copas, escifos
y bolsales). Para la cerámica de figuras rojas, primero se han enumerado las formas relacionadas con la
mezcla del vino (cráteras) y, en segundo lugar, todo el repertorio relacionado con el consumo de bebidas
(copas, copas-escifo, escifos y cántaros). Dentro de esta estructura que atiende a su funcionalidad, los
vasos aparecen según su proporción —de mayor a menor— y referenciados según las denominaciones y
tipologías de referencia al uso, como las del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970) para la cerámica
ática de barniz negro o la de Bloesch (1940) para las copas de pie alto de figuras rojas, especificándose en
cada uno de ellos la proporción que ocupa dentro del conjunto. Como suele detallarse en estudios de este
tipo, también se han especificado las dimensiones y la coloración de las pastas. Cuando los fragmentos
lo han permitido, también se ha concretado el taller, el grupo o el pintor siguiendo las precisiones de
Beazley (1963), cuya obra —ineludible en trabajos como el que se presenta—, revolucionó los estudios
sobre cerámica ática figurada.
En lo relativo a las cronologías, se han considerado las dataciones extraídas de las diferentes
producciones en los contextos del Ática y el Mediterráneo Central, aunque, con el fin de precisar mejor
la fecha de dichas producciones en Alarcos —y siempre que el propio contexto no lo haya favorecido—,
se ha concedido una mayor importancia a los contextos peninsulares y, muy especialmente, a los del Alto
Guadiana como espacio circundante de referencia. No obstante, las diferencias cronológicas suelen ser
escasas, ya que, como apuntaba Cabrera (1987: 217), existió un mercado enormemente receptivo que
explica un corto lapso temporal entre la producción del vaso en el Ática y su adquisición por parte de las
comunidades ibéricas.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
El objetivo principal de este trabajo es el de dar a conocer todos los materiales áticos documentados en el
Sector III de Alarcos, cuyos tipos y proporción se enumeran en la tabla 1. Esta recopilación, rigurosamente
ordenada por estilos y tipos, se ha sometido a un análisis crítico sobre su datación, funcionalidad y
simbolismo dentro de la sociedad ibérica de Alarcos con el fin de contextualizar todo el conjunto dentro del
comercio de cerámicas áticas del Alto Guadiana (fig. 8). Dicha revisión, además, ha permitido concretar el
tipo de muchas piezas publicadas, la constatación de nuevos tipos y la corrección de la cronología que hasta
ahora se manejaba sobre el comercio de productos áticos en Alarcos.
Tabla 1. Resumen de todas las formas áticas identificadas en el Sector III de Alarcos, agrupadas según su
funcionalidad en Grecia. Se detalla en NMI y el porcentaje en cada caso.
Clase
Uso
Forma
Barniz negro
Servicio
Consumo de alimentos
Enócoe
Cuencos
Cuencos de pequeño tamaño
Copas tipo Cástulo
Copas de la Clase Delicada
Escifos
Bolsales
Cráteras
Copas de pie alto tipo B
Copas Viena 116
Stemless large plain rim
Copas indeterminadas
Copas-escifo heavy wall
Escifos de lechuzas
Escifos de guirnaldas
Escifos de figuras rojas
Cántaros San Valentín
Consumo de bebidas
Figuras rojas
Mezcla
Consumo de bebidas
Total
NMI
%
1
18
5
14
10
9
6
7
7
5
4
9
6
3
3
2
1
110
0.91
16.36
4.55
12.73
9.09
8.18
5.45
6.36
6.36
4.55
3.64
8.18
5.45
2.73
2.73
1.82
0.91
100
3. ESTUDIO DE LOS MATERIALES
3.1. Cerámica de barniz negro
3.1.1. Enócoe (0.91 %)
Entre los materiales recuperados en Alarcos destaca un pie indicado de una enócoe, utilizada en Grecia para
servir el vino. Es una pieza de 10 cm de diámetro, pasta gris y un barniz negro muy brillante que se restringe
a la superficie externa (fig. 3:1).
La forma del pie se adapta a un ejemplar que Richter y Milne (1935: fig. 129) incluyen en el grupo
various forms, concretamente a uno de boca trilobulada fechado en el tercer cuarto del siglo V a.C. Este
tipo se ajusta a la forma 1 de Campenon (1994: 46, fig. 2), centrado entre el 440 y el 410 a.C. Las enócoes
peninsulares con este tipo de pie se han documentado en el yacimiento de Turó de Ca N´Olivé (Cerdanyola
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P. Miguel-Naranjo
del Vallès Barcelona) (Asensio et al., 2000: fig. 2:9), de la segunda mitad del siglo V a.C., y en la tumba
3F3 de la necrópolis de Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) (Alcalá-Zamora, 2003: fig. 4.28A, nº 3), datada
en el primer cuarto del siglo IV a.C. En general, se trata de una forma muy poco habitual dentro del
repertorio de cerámicas áticas de la península ibérica, ausente hasta el momento en Alarcos y el Alto
Guadiana, con una datación que se puede situar a finales del siglo V o a principios del IV a.C. según los
paralelos apuntados.
3.1.2. Cuencos (16.36 %)
En Alarcos se han registrado 18 fragmentos que pertenecen a cuencos o páteras, aunque solo se han podido
clasificar ocho en función de la dirección del borde, todos de pastas naranjas y diámetros entre los 10 y 33
cm. Los bordes son rectos (fig. 3: 2-3), reentrantes (fig. 3: 4-5) o salientes. A esta forma se adscriben dos
pies indicados de 6.5 y 10 cm de diámetro (fig. 3: 6-7), aunque sería imposible saber si pertenecieron a
cuencos de borde entrante o de borde saliente, ya que la morfología del pie fue común a ambos tipos.
Los dos cuencos de borde reentrante —o forma 21 de Lamboglia (1952: 170)— se fabricaron durante
el siglo IV a.C., aunque es posible que sus orígenes se sitúen a finales del siglo V a.C. (Sparkes y Talcott,
1970: 131-132). En la península ibérica fue una de las formas más habituales del siglo IV a.C., como ocurre
en varios yacimientos murcianos (García Cano, 1982) y extremeños (Jiménez y Ortega, 2004: 179-188).
En Ampurias (Rouillard, 1991: 485), Ullastret (Picazo, 1977: 116-117) y la Alta Andalucía (Domínguez y
Sánchez, 2001: 446) se concentraron durante la primera mitad del siglo IV a.C., mientras que en Valencia y
Castellón se constatan a partir del 375 a.C. (Macián, 2023: 55). Este comportamiento es similar al registrado
en otros yacimientos extrapeninsulares cercanos, como en Lattes (Py et al., 2001: 384), donde se observan
unas proporciones progresivamente ascendentes desde el 375 a.C. hasta el 300 a.C., cuando la cantidad se
redujo bruscamente. Destaca el empleo de estos cuencos o páteras como tapaderas de algunas cráteras del
Pintor del Tirso Negro utilizadas como urnas cinerarias, como ocurre en la tumba 176 de la necrópolis de
Baza (Granada) (Presedo, 1982: figs. 192-195). Dicha asociación corrobora la datación de estos cuencos
en el segundo cuarto del siglo IV a.C., con la posibilidad de que se fabricaran en el mismo taller que las
cráteras dada la coincidencia de los diámetros (Sánchez, 2017).
En los sectores IV, IV-E y Alcazaba de Alarcos se indica la existencia de cuencos (Fernández Rodríguez
y Madrigal, 2015: 255, figs. 5-7), algunos de borde reentrante que se han fechado en la primera mitad del
siglo IV a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 74, 80). En el caso del Cerro de las Cabezas se señala que las
páteras constituyen el 15.2 % del total (Madrigal, 2020: 166), aunque no se especifica el tipo exacto.
Para el caso de los cuencos de borde reentrante del Sector III de Alarcos no habría problema en fecharlos
en la primera mitad del siglo IV a.C., a tenor de lo propuesto para sus congéneres de la costa mediterránea
y la Alta Andalucía, desde donde debieron de llegar a la meseta sur. Además, uno de los pies de cuenco
tiene una morfología y una decoración que apuntan hacia los tipos más antiguos (fig. 3: 7) (Sparkes y
Talcott, 1970: 132), concretamente la estrechez del propio pie y la decoración a base de ovas impresas entre
líneas incisas, una composición radial que en los cuencos más tardíos se desarrolló con la tradicionalmente
denominada “técnica de la ruedecilla”. A esto se añade el fondo externo decorado con círculos concéntricos,
a diferencia de los cuencos de fechas posteriores en los que fue habitual cubrirlos con una capa homogénea
de barniz negro.
Los cuencos con el borde saliente se representan únicamente a través de un borde que se ajustan a
la forma 28 de Lamboglia (1952: 117). Su paralelo exacto, datado en el último cuarto del siglo IV a.C.,
se halla en El Cigarralejo (Mula, Murcia) (García Cano, 1982: fig. 31-3). Sin embargo, existen cuencos
similares en Baza que se fechan a mediados del siglo IV a.C. o incluso en el segundo cuarto del mismo
(Domínguez y Sánchez, 2001: fig. 95:79, 81). Teniendo en cuenta la convivencia de estos cuencos con los
de borde reentrante (Jiménez y Ortega, 2004: 182), cabría apuntar una cronología similar de la primera
mitad del siglo IV a.C., una consideración que sería extensible a los cuencos de borde recto como ya
apuntaron Cabrera y Sánchez (1994: nº 73, 75-76).
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
7
Fig. 3. 1: enócoe; 2-7: cuencos; 8-13: cuencos de pequeño tamaño.
3.1.3. Cuencos de pequeño tamaño (4.55 %)
Los cinco fragmentos de cuencos de pequeño tamaño identificados (fig. 3: 8-13) tienen pastas grises,
marrones y naranjas. Los bordes oscilan entre 11 y 12 cm, mientras que el único pie tiene 7 cm de diámetro.
Siguiendo a Sparkes y Talcott (1970: 132 y ss.), los cuencos referidos muestran características que se
aproximan a los tipos projectin rim (fig. 3: 8), broad base (fig. 3: 9-11) y later and light (fig. 3: 12-13), los
dos primeros de borde saliente y el tercero con borde entrante.
Cuencos de este tipo aparecen de forma frecuente en la península ibérica desde inicios del siglo IV
a.C., fundamentalmente durante los tres primeros cuartos (Domínguez y Sánchez, 2001: figs. 94:78, 95:80,
99:92-93). En dicha cronología se fechó un ejemplar del tipo later and light de Calatrava la Vieja (MiguelNaranjo y Martínez-González, 2019: fig. 3:3-4). En el Sector IV de Alarcos también se documentaron
cuencos de este último tipo (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 77-78), igualmente fechables a partir de inicios
del siglo IV a.C.
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P. Miguel-Naranjo
3.1.4. Copas de pie bajo
3.1.4.1. Copas tipo Cástulo (12.73 %)
Las comúnmente denominadas “copas tipo Cástulo” (Shefton, 1982: 337-370) o stemless inset lip del
Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970: 101-102) son, en términos generales, copas de pie bajo, poco
profundas y con una carena externa a cuya altura se aplicaron dos asas laterales, aunque lo más distintivo
es una moldura interna muy marcada. En cuanto a la decoración, hay autores que han visto en la selección
de las zonas barnizadas de la copa tipo Cástulo sus marcadores cronológicos (Sparkes y Talcott, 1970: 101102; Sánchez, 1992). Estas valoraciones cuentan con una generalizada aceptación entre los investigadores,
aunque Gracia (2003) propuso algunas matizaciones en función de la morfología. En general, la copa tipo
Cástulo fue una de las formas más populares y demandadas por las comunidades ibéricas, hasta tal punto
de producirse y comercializarse para el mercado griego con Occidente dentro de un contexto en el que este
tipo ya no era habitual en el Ática (Shefton, 1982).
En el Sector III de Alarcos se han identificado 14 fragmentos que corresponden a copas tipo Cástulo
(fig. 4: 1-9). Los bordes tienen entre los 15 y los 17 cm de diámetro, mientras que los pies tienen 8 y 9 cm
de diámetro. Las pastas son grises, beige, marrones y naranjas.
Con relación a la cronología, se ha podido identificar un fragmento de copa tipo Cástulo de la primera
generación, concretamente un pie anular anillado con 9 cm de diámetro que, como fue habitual en estas
primeras copas, solo se barnizó la mitad superior, con la mitad inferior en reserva (fig. 4: 7). Otro indicio
para esta adscripción es el fondo externo en reserva como indica el arranque del mismo. Este tipo de copas
irrumpieron en la península ibérica en el 450 a.C. (Sánchez, 1992: 330-331), incluyendo el Alto Guadiana
como indican los ejemplos de Los Toriles-Casas Altas (Urbina y Urquijo, 2017: 39, 102 (arriba)), Calatrava
la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014; Miguel-Naranjo y Martínez-González, 2019: fig. 2:1-4, 6), el Cerro de las
Cabezas (Vélez y Pérez, 1987: lám. IX.47), Valdarachas y algunas de la Motilla de las Cañas como se ha
podido comprobar en una reciente revisión de los materiales.
Dicha cronología debe tomarse como límite inferior máximo, ya que en los últimos años se está
comprobando una temprana irrupción de esta forma en el Mediterráneo central con respecto a su
fabricación en el Ática desde el 480 a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 102), como ocurre en el yacimiento
siciliano de Morgantina (Walsh y Antonaccio, 2014: 48-50). De hecho, en trabajos más recientes se ha
defendido una cronología del 460-450 a.C. (Rodríguez Pérez, 2021: tab. 1), por lo que las copas de Alarcos
y de otros yacimientos del Alto Guadiana podrían fecharse sin problema en el 460 a.C. Este dato aporta
una información significativa para la reconstrucción cronológica del comercio de productos griegos en el
yacimiento de Alarcos, ya que la ausencia de formas fechadas en este momento había planteado un hiatus
durante los tres primeros cuartos del siglo V a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: 358; Fernández y Madrigal,
2015: 261; García Huerta et al., 2020: 98).
Muchos de los fragmentos de copa tipo Cástulo estudiados podían pertenecer a las copas de esta primera
generación, un dato que solo se puede precisar en aquellos casos en los que se conservan las zonas que
se dejaron en reserva y que determinan su clasificación entre las copas más antiguas: panel entre las asas,
fondo externo salvo el centro y mitad inferior de los pies. Sin embargo, existen otros casos en los que
se puede asegurar su indudable adscripción a las copas posteriores, fechadas entre finales del siglo V o
principios del IV a.C. hasta el 375 a.C. (Domínguez y Sánchez, 2001: 445), como un asa que conserva
parte de la pared o dos pies anulares totalmente barnizados en la superficie externa (fig. 4: 6, 8-9). Estas
segundas más recientes se comercializaron mucho más que las primeras, con una expansión por toda
la mitad sur peninsular y la costa mediterránea (Jiménez y Blanco, 2004: fig. 36), incluyendo algunos
yacimientos con niveles ibéricos del Alto Guadiana. Aunque en Calatrava la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014:
fig. 4; Miguel-Naranjo y Martínez-González, 2019: fig. 2:7-12), Los Toriles-Casas Altas (Urbina y Urquijo,
2017: segunda fila-cuarta y quinta) y en la Motilla de los Palacios (García Huerta y Morales, 1999: 122)
aparecen en posición secundaria, las copas tipo Cástulo de esta variedad se han localizado en las secuencias
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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Fig. 4. 1-9: copas tipo Cástulo; 10-15: copas de la Clase Delicada; 16-22: escifos.
estratigráficas de La Bienvenida-Sisapo (Zarzalejos et al., 1995: nº 17), las fases II y III del Cerro de las
Cabezas (Vélez y Pérez, 2008: figs. 8 (abajo) y 21; Madrigal, 2020: fig. 2), en la Motilla de las Cañas
(Molina et al., 1983: fig. 9:a-c) y en los sectores IV, IV-E y Alcazaba de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994:
nº 14-26; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: figs. 11-12, figs. 5-7).
3.1.4.2. Copas de la clase delicada (9.09 %)
Se han recuperado 10 fragmentos que pertenecen a copas de la clase delicada, con pastas marrones, grises o
naranjas (fig. 4: 10-15). Solo se han podido determinar las dimensiones de un borde de 16 cm de diámetro y
dos pies de 8 y 9 cm de diámetro. También se han conservado dos fondos internos con la típica decoración
de lengüetas o líneas impresas e incisas que forman una roseta o esquema radial (fig. 4: 13-15).
Las stemless large delicate class o copas de la clase delicada son copas de pie bajo, de escasa
profundidad y dos asas laterales (Sparkes y Talcott, 1970: 102-105). Aparte del escaso grosor de sus
paredes, se caracterizan por tener una pequeña moldura interna que interrumpe levemente la continuidad
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P. Miguel-Naranjo
del perfil cóncavo. Fue una forma que surgió en el segundo cuarto del siglo V a.C. con unos pies robustos
y sin tallo, aunque en las creaciones desarrolladas entre el tercer cuarto del siglo V a.C. y el segundo cuarto
del siglo IV a.C. se configuró un pie mucho más complejo formado por varios toros y escocias y por un tallo
estilizado que conectó con el cuerpo. En el fondo externo se elaboraron los típicos círculos concéntricos,
marcados por pequeñas molduras o acanaladuras, mientras que los fondos internos se decoraron con
composiciones radiales impresas e incisas a base de lengüetas, líneas y palmetas concatenadas por trazos
curvos.
Desde finales del siglo V y comienzos del siglo IV a.C. las copas de la clase delicada inundaron la
geografía peninsular (Jiménez y Ortega, 2004: fig. 44), por lo que la modalidad registrada más frecuente es
aquella con el pie estilizado.
Las características morfológicas de los especímenes de Alarcos ofrecen un marco cronológico amplio
que abarca desde el tercer cuarto del siglo V hasta mediados del siglo IV a.C., aunque lo habitual es que
en la península ibérica el límite se sitúe a partir de finales del siglo V a.C. (García Cano, 1982: 19), como
ocurre con los ejemplos más antiguos de la Alta Andalucía (Domínguez y Sánchez, 2001: figs. 161:450,
169:861). No obstante, en la necrópolis de Longuera (Cártama, Málaga) (García Alfonso, 2017: 184, fig.
4.b) las copas de la clase delicada se han datado durante la segunda mitad del siglo V a.C., mientras que en
Ullastret (Picazo, 1977: 100-102) y en la zona de la Edetania (Macián, 2023: fig. 2) arrancan desde el 425
a.C. De fechas posteriores son las copas de Castellones de Ceal que cubren toda la primera mitad del siglo
IV a.C. (Trías, 1967-68: lám. CCXLI:1), mientras que en el depósito de El Zacatín se fechan en el primer
cuarto del siglo IV a.C. (Adroher et al., 2016: 12).
En el Alto Guadiana las copas de la clase delicada se documentan en La Bienvenida (Zarzalejos et
al., 1995: nº 15), aunque en posición secundaria. En los sectores IV y IV-E de Alarcos existen ejemplos
fechados en el primer cuarto del siglo IV a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 10-13; Fernández Rodríguez y
Madrigal, 2015: figs. 5, 7), una datación que corroboran las copas de este tipo documentadas en un depósito
de ofrendas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 9: 1-6). Por otro lado, el borde del Sector III
(fig. 4:10) fue hallado en un nivel arqueológico ibérico en el que se recogió una muestra fechada por C-14
(Beta 265288) durante el primer cuarto del siglo IV cal. a.C. (García Huerta et al., 2020: Tab. 13), por lo
que parece clara la presencia de esta forma en el Alto Guadiana durante este momento.
3.1.5. Escifos (8.18 %)
Esta forma la representan nueve fragmentos de pastas marrones, grises y naranjas (fig. 4: 16-22),
concretamente bordes de 10-14 cm y bases de 6-11 cm de diámetro. Todos son escifos del tipo A o ático
de Beazley (1963: 982), aunque la fragmentación de los ejemplares no permite concretar si se trata de
la variante de perfil simple o de doble curva. En general, los escifos son vasos profundos, con dos asas
laterales y horizontales que suelen situarse justo por debajo del borde.
Fue una de las formas más habituales de la península ibérica, documentándose tanto en contextos del
siglo V como del IV a.C. De esta forma, aparecen en Huelva en un nivel del 480-450 a.C. (Rufete, 2002:
lám. 53.13), mientras que en el silicernium de la tumba 25 (Blánquez, 1990: fig. 59) y de la tumba 20
(Blánquez, 1991) de la necrópolis de Los Villares (Hoya-Gonzalo, Albacete) se fecharon en la segunda
mitad del siglo V a.C. Por su parte, en la tumba 549 de la necrópolis del Cabecico del Tesoro (García Cano,
1982: fig. 4.3) o en la necrópolis de Castillejo de los Baños (Fortuna, Murcia) (García Cano, 2003: fig. 2.2)
se dataron entre finales del siglo V y principios del IV a.C., mientras que los ejemplares de Baza (Presedo,
1982: lám. 33.3, 5) o en el depósito del Zacatín (Adroher et al., 2016: fig. 2:1-6) se han situado en el primer
cuarto del IV a.C.
En el sector IV de Alarcos fueron documentados algunos escifos de barniz negro fechados en la primera
mitad del siglo IV a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 59, 66, 67, 69; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015:
fig. 5), aunque los escifos de tipo A de la variante de perfil continuo hallados en un depósito de ofrendas de la
NIA III concretan su datación en el primer cuarto del siglo IV a.C. (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 13-14).
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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3.1.6. Bolsales (5.45 %)
Los bolsales se representan a través de seis fragmentos de pastas grises, marrones y naranjas: cuatro bases
entre los 7.2 y los 9 cm de diámetro y dos fondos (fig. 5: 1-4). Morfológicamente, los bolsales son parecidos
a los escifos, aunque más anchos y menos altos, además de un característico pie apuntado y una pequeña
moldura tras una concavidad entre el pie y el inicio del cuerpo (fig. 5: 1).
En el Ágora de Atenas se documenta desde el tercer cuarto del siglo V a.C. y durante todo el siglo IV
a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 107). En la península ibérica empezó a comercializarse desde finales del siglo
V a.C., aunque fue durante la primera mitad del siglo IV a.C. cuando verdaderamente se popularizó esta
forma. Así lo reflejan los yacimientos de la Alta Andalucía, donde el bolsal se asocia mayoritariamente a
escifos del Grupo del Fat Boy y a copas del Grupo de Viena 116 (Domínguez y Sánchez, 2001: 448-449),
o en la necrópolis murciana de Coimbra del Barranco Ancho en el que se halla estratificado en un nivel del
segundo cuarto del siglo IV a.C. (García Cano, 2017: 193).
Fig. 5. 1-4: bolsales; 5-11: cráteras de campana.
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P. Miguel-Naranjo
La ubicación del bolsal como forma predominante del siglo IV a.C. también la avalan los contextos
extremeños, donde está ausente en los repertorios cerámicos de finales del siglo V a.C. (Jiménez y Ortega,
2004: 147). De hecho, en Extremadura solo se ha localizado un fragmento en el Tamborrio (Entrerrios,
Badajoz), donde las importaciones áticas son exclusivas del siglo IV a.C. (Jiménez, 2017: 241).
En la meseta sur, los silicernia de las tumbas 20 y 25 (Blánquez, 1990: 235-278, fig. 53-56) presentan
bolsales asociados a cántaros del tipo Saint Valentín y copas tipo Cástulo de la segunda generación, por lo
que los bolsales ya irrumpieron en el interior peninsular durante los momentos finales del siglo V a.C. En el
Alto Guadiana, se documentan bolsales en el Cerro de las Cabezas, aunque solo se indica su proporción del
3.9 % (Madrigal, 2020: 116). En Alarcos también se indica su presencia en los sectores IV-E y Alcazaba,
fechados entre finales del siglo V y la primera mitad del siglo IV a.C. (Fernández Rodríguez y Madrigal,
2015: 248), y 1 NMI en el depósito de ofrendas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 10:1).
Los ejemplares del Sector III corresponden claramente con el tipo desarrollado a partir del tercer cuarto
del siglo V a.C., aunque existen detalles morfológicos que permiten precisar más la cronología. Hay dos
pies indicados que podrían fecharse a finales del siglo V a.C., ya que los puntos de apoyo son lisos y los
fondos externos están en reserva, quizás para la ejecución de los típicos esquemas de círculos concéntricos
según las tendencias del siglo V a.C. (fig. 5: 2-3). Sin embargo, en el depósito de ofrendas de la NIA III este
tipo aparece en un contexto fechado entre el 380-370 a.C. (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 10:1), por lo
que quizás perduró durante el primer cuarto del siglo IV a.C. El ejemplar más completo parece fecharse en
la primera mitad del siglo IV a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 107-108; Adroher et al., 2016: 12) por el fondo
externo totalmente barnizado, la ranura en el punto de apoyo o el fondo interno decorado con ruedecilla (fig.
5: 1), unas características que se repiten en sus congéneres de la Alta Andalucía (Domínguez y Sánchez,
2001: figs. 167:542; 175:923-924).
3.2. Cerámica de figuras rojas y sobrepintada
3.2.1. Cráteras de campana (6.36 %)
Se clasifican como cráteras de campana siete fragmentos: tres bordes (fig. 5: 5-7), un pie indicado (fig. 5:
8), un tallo barnizado solo en la superficie externa (fig. 5:9) y dos galbos decorados con figuras rojas (fig.
5: 10-11); uno de ellos con la típica palmeta de abanico representada por debajo de las asas (fig. 5: 11). Las
pastas son mayoritariamente naranjas, aunque también hay un caso de pasta beige y otro marrón.
Algunos bordes presentan la recurrente muesca bajo el labio y las características ramas de laurel en
figuras rojas que los circunda. Tan solo se han podido determinar los 25 cm de diámetro en uno de los
bordes (fig. 5: 7) que, junto a los 11 cm de diámetro pie indicado (fig. 5: 8), revela la existencia en Alarcos
de cráteras de campana de reducidas dimensiones. Estas cráteras son muy típicas en las producciones más
tardías del taller del Pintor del Tirso Negro (Sánchez, 2000: 44), de poco después de mediados del siglo
IV a.C. (Domínguez y Sánchez, 2001: 429), como se aprecia en el Pecio de El Sec (Arribas et al., 1987)
o en la tumba 176 del Cerro del Santuario (Baza, Granada) (Presedo, 1982: 235, figs. fig. 192.2; 193:1,
lám. XXXII:1-4). Aunque las dimensiones del fragmento no permiten asegurar su inclusión entre las obras
del Pintor del Tirso Negro, la morfometría podría apuntar una datación desde mediados del siglo IV a.C.
Aunque existen ejemplos puntuales del siglo V a.C., como en Ampurias (Miró, 2006: 105) entre
otros enclaves costeros, las cráteras de campana se generalizaron en la península ibérica desde los inicios
del siglo IV a.C. (Domínguez y Sánchez, 2001: 426). Esta situación estaría en sintonía con el comercio
Mediterráneo en el que se aprecia un incremento de la demanda de este tipo de vasos desde los inicios del
siglo IV (Kathariou, 2023). Para el caso peninsular las cráteras del Grupo de Telos se comercializaron de
forma abundante durante el segundo cuarto del siglo IV a.C. cuando (Sánchez, 2000).
En el territorio correspondiente con la actual provincia de Ciudad Real también se comercializaron
cráteras áticas de campana como indican los hallazgos de los sectores IV, IV-E y Alcazaba de Alarcos
(Cabrera y Sánchez, 1994: nº 28-36, Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: fig. 5-7), la necrópolis del
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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camino del Matadero (Alhambra) (Madrigal y Fernández Rodríguez, 2001: 227, nota 4), el Cerro de las
Cabezas (Madrigal, 2020: fig. 5), Calatrava la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014: fig. 3; Miguel-Naranjo y
Martínez-González, 2019: fig. 3:1) o la necrópolis del Toro (Alcubillas, Ciudad Real) (Fuentes y Benítez
de Lugo, 2021:105). El principal problema de este repertorio es su fragmentación, ya que limita su
interpretación, clasificación y adscripción a grupos o talleres. Sin embargo, algunos ejemplares se han
podido clasificar sin problema en el taller del Retorted Painter —del grupo de Telos—, como es el caso
de un fragmento del sector IV de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994: 365) o el extraordinario ejemplar
utilizado como urna cineraria en la tumba 80 de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2024).
Con la representación del Grupo de Telos en Alarcos se avala la llegada de cráteras de campana al Alto
Guadiana durante el segundo cuarto del siglo IV a.C., aunque parece que dicha comercialización empezó un poco
antes, concretamente durante el primer cuarto del siglo IV a.C. Así lo revelan algunas de las cráteras de campana
de un depósito de ofrendas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 4) o el estilo de la citada crátera de
la necrópolis del Toro. Además, el galbo en el que se reconoce parte del himation de uno de los personajes de
una escena de palestra de la cara B de una crátera de campana (fig. 5: 10) fue hallado en un nivel arqueológico
ibérico sin alterar en el que se recogió una muestra para análisis de C-14 (Beta 265288), cuyo resultado ofreció
una cronología calibrada centrada en el primer cuarto del siglo IV cal. a.C. (García Huerta et al., 2020: tab. 13).
3.2.2. Copas
3.2.2.1. Copas de pie alto (6.36 %)
Las copas de pie alto de Alarcos se reducen a tres bordes entre los 18 y 19 cm de diámetro (fig. 6: 1-4),
tres galbos (fig. 6: 5-7) y un fondo (fig. 6: 8). Las pastas son marrones, grises y naranjas. Las superficies se
cubrieron con barniz negro y algunas conservan motivos como palmetas de abanico, parte de las vestimentas
y, en dos casos, a dos personajes masculinos (fig. 6: 2, 8).
Formalmente, los fragmentos se adscriben a copas de pie alto del tipo B de Bloesch (1940). En la
península ibérica no fueron muy habituales en comparación con las copas de pie bajo, aunque existen
depósitos como el de Zacatín en el que se identificaron seis ejemplares (Rouillard et al., 2017: 275-278). De
hecho, en el Alto Guadiana se documentan únicamente en el Cerro de las Cabezas (Madrigal, 2020: fig. 3),
a no ser que entre las clasificadas como “copas de figuras rojas” de los sectores IV, IV-E y Alcazaba figure
algún ejemplar de esta tipología (Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: 245).
El fragmento de fondo de Alarcos, en cuya superficie interna se muestra el hombro y el brazo derecho de
un personaje masculino que sujeta una lanza, presenta una ejecución que recuerda a las formas depuradas del
siglo V a.C. (fig. 6: 8). Aunque su fragmentación impide más precisiones, el hecho de que las producciones
del siglo V en Alarcos comiencen a partir del 460-450 a.C. plantearía su datación en la segunda mitad del
siglo V a.C., un espacio temporal en el que se inscriben algunas producciones del Cerro de las Cabezas
(Madrigal, 2020: figs. 3-4).
Mucho más segura es la atribución al taller del Pintor de Jena del borde de copa en el que se representa a
un atleta dentro de una escena de palestra: vestido con himation y con la mano extendida al frente (fig. 6: 2).
La impronta del estilo del círculo del Pintor de Jena queda patente en algunos detalles anatómicos, como el
ojo, la mano, la forma de hacer el labio inferior o la tendencia por las cabelleras rizadas. Dicho taller, fechado
en el primer cuarto del siglo IV a.C. (Kathariou, 2010), fue el más prolífico en la producción de copas de
figuras rojas de principios del siglo IV a.C. (Boardman, 1989: 169). De su taller, Beazley (1963: 1510-1516)
diferenció tres estilos entre los que destaca el estilo B en el que quedaría clasificado este fragmento. Las
producciones del taller del Pintor de Jena quedan muy representadas en Alarcos, sobre todo en un depósito de
ofrendas de la NIA III en el que se han documentado 13 NMI de copas de pie alto tipo B adscritas al estilo B y
3 NMI de stemless large plain rim del estilo C de dicho taller (Miguel-Naranjo et al., 2025: figs. 5, 6 y 8: 1-3).
Al taller del Pintor de Jena se han adscrito, entre otros vasos peninsulares, algunas piezas de Ullastret
(Maluquer de Motes et al., 1984: pl. 24:3, 25:5-6), Ampurias (Trías, 1967-68: lám. XCV:15, lám. LXXXII:24;
Miró, 2006: fig. 543-560) o la necrópolis de la Longuera (Cártama, Málaga) (García Alfonso, 2017: 184).
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P. Miguel-Naranjo
Fig. 6. 1-8: copas de pie alto tipo B; 9-13: copas del Grupo de Viena 116; 14-17: stemless large plain rim; 18-26:
fragmentos de copas de tipología indeterminada.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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3.2.2.2. Copas de pie bajo
3.2.2.2.1. Copas del Grupo de Viena 116 (4.55 %)
Los fragmentos de copas del Sector III de Alarcos adscritos al Grupo de Viena 116 son cinco: dos bordes de
15 y 13 cm de diámetro (fig. 6: 9-10), un pie de 7.5 cm de diámetro (fig. 6: 11) y dos galbos (fig. 6: 12-13).
Uno de los galbos corresponde a la parte situada entre el tallo y el cuerpo, en el que se distingue la moldura
externa y parte de la decoración en ambas superficies (fig. 6: 12). La iconografía responde a las típicas
escenas de palestra, como se advierte en el disco de uno de los bordes (fig. 6: 10) o la estereotipada imagen
del atleta vestido con himation inscrita en un medallón (fig. 6: 11).
Las producciones del Grupo de Viena 116 (Beazley, 1963: 1526-1527), fechadas en el segundo cuarto
del siglo IV a.C. (Muscolino, 2017: 101), se caracterizan por un estilo mediocre y una escasa calidad
artística. Este descuido en las formas estéticas se observa en otros vasos de talleres contemporáneos, como
los escifos del Grupo del Fat Boy o las cráteras del Grupo de Telos. En consonancia a la situación registrada
en otras regiones de la península ibérica (Jiménez y Ortega, 2004: fig. 44), las copas del Grupo de Viena
116 fueron muy populares entre las poblaciones ibéricas del Alto Guadiana. Así, se documentan en La
Bienvenida-Sisapo (Zarzalejos et al., 1995: nº 9-10, 15-16), el Cerro de las Cabezas (Vélez y Pérez, 1987:
lám. IX.48; Madrigal, 2020: fig. 6-7), la Motilla de las Cañas (Molina et al., 1983: fig. 9:e-g), los sectores
IV y Alcazaba de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 47-48; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015: 262,
fig. 19) y Calatrava la Vieja (Miguel-Naranjo, 2014: fig. 5; Miguel-Naranjo y Martínez-González, 2019:
fig. 3:5, 7-11, 17), uno de estos últimos erróneamente adscrito a pintores del Grupo de Telos (Blanco et al.,
2012: fig. 19:B1-B3; Miguel-Naranjo y González-Martínez, 2019: 147, fig. 3:17).
3.2.2.2.2. Stemless large plain rim (3.64 %)
Las stemless large plain rim del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970: 102) son copas de pie bajo,
paredes convexas, borde recto y dos asas laterales. Las superficies se cubrieron con barniz negro, a
excepción de los fondos externos en los que se elaboraron composiciones de círculos concéntricos. Los
fondos internos fueron decorados en ocasiones con medallones de figuras rojas.
En Alarcos se ha conservado un borde de 11 cm de diámetro, dos pies indicados entre 7.5 y 8 cm de
diámetro y un fragmento de fondo (fig. 6: 14-17). En los medallones internos de los fondos se adivina una
lechuza entre ramas de olivo (fig. 6: 14) y un atleta desnudo (fig. 6: 15).
Las copas de pie bajo de este tipo se documentan en el Ágora de Atenas desde finales del segundo
cuarto del siglo V a.C. (Sparkes y Talcott, 1970: 102), aunque en la península ibérica se concentran
fundamentalmente en la segunda mitad del siglo V a.C. (Miguel-Naranjo et al. 2023a: 104). En el caso
particular del ejemplar decorado con una lechuza entre ramas de olivo (fig. 6: 14) —bastante significativo
dada la escasez de copas de este tipo asociadas a dicho motivo en el contexto del Mediterráneo (MiguelNaranjo et al., 2023b: 20)— existen ejemplares análogos peninsulares cuyos contextos apuntan hacia la
segunda mitad del siglo V a.C. o los momentos finales del mismo, como en Castellones de Ceal (Hinojares,
Jaén) (Trías, 1967-68: lám. CCXXXIX: 2), La Bienvenida-Sisapo (Zarzalejos et al., 1995: nº 2) o en Cancho
Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) (Gracia, 2003: lám. 7: 2).
Para el fragmento con la posible representación del atleta (fig. 6: 15), existen paralelismos con una
copa de Ullastret atribuida al Pintor de Jena (Maluquer de Motes et al., 1984: pl. 25:6), por lo que podría
atribuirse a este taller. Concretamente, se incluiría en el estilo C que se desarrolló sobre copas de este tipo
(Kathariou, 2010), un estilo definido por una estética más tosca y que, como ya se indicó, está representado
en la NIA III.
3.2.2.3. Copas de figuras rojas de tipología indeterminada (8.18 %)
Entre el repertorio estudiado existen fragmentos que, a juzgar por los grosores de las paredes y la selección
de las partes decoradas, corresponden con copas de tipología indeterminada. Dentro del conjunto se han
reconocido asas (fig. 6: 18), arranques de asas (fig. 6: 19) y los típicos motivos que delimitan los medallones
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P. Miguel-Naranjo
internos de las copas, como círculos concéntricos (fig. 6: 21) o grecas (fig. 6: 22). En uno de los fragmentos se
distingue un atleta desnudo que pertenece a una escena de palestra representada en un medallón interno (fig.
6: 20). El resto se compone de pequeños fragmentos de paredes en las que se reconocen motivos vegetales
(fig. 6: 26), como palmetas de abanico (fig. 6: 23-24), o parte de las vestimentas de los personajes (fig. 6: 25).
3.2.3. Copas-escifo (5.45 %)
Entre el repertorio se han recuperado seis fragmentos de copas-escifo con pastas beige, naranjas, grises y
marrones: dos bordes de 11 y 12 cm de diámetro (fig. 7: 1), un pie indicado (fig. 7: 2), un fondo con ovas
y palmetas impresas (fig. 7: 3) y dos galbos; uno igualmente decorado con palmetas impresas (fig. 7: 4) y
otro con restos de una palmeta en figuras rojas (fig. 7: 5). Las copas-escifo presentadas pertenecen al tipo
heavy wall del Ágora de Atenas (Sparkes y Talcott, 1970: 111-112), elaboradas en el Ática entre el 420 y el
380 a.C. En la península ibérica existen algunos ejemplares antiguos que rozan este límite inferior (Macián,
2023: fig. 2), aunque los más recientes se han llevado hasta el segundo cuarto del siglo IV a.C. (García
Cano, 1982 20; Domínguez y Sánchez, 2001: 448). En un depósito de ofrendas de la NIA III (MiguelNaranjo et al., 2025: fig. 7: 1-3) y en el sector IV de Alarcos se han documentado copas-escifo del Pintor
Q (Cabrera y Sánchez, 1994: 358), centradas en el primer cuarto del siglo IV a.C. en consonancia con la
información que aportan otros contextos del Mediterráneo (Muscolino, 2017: 100-101).
Recientemente se han publicado copas-escifo en yacimientos del Alto Guadiana, como en el Cerro de
las Cabezas (Madrigal, 2020: 166) o en los sectores Alcazaba y IV de Alarcos (Fernández Rodríguez y
Madrigal, 2015: 244), aunque en ninguno se ha especificado el tipo.
3.2.4. Escifos
3.2.4.1. Escifos de lechuza (2.73 %)
También se han recuperado dos bordes de 10 y 15 cm de diámetro (fig. 7: 6-7) y un galbo (fig. 7: 8) que
pertenecen a escifos de lechuzas, con pastas naranjas. Solo el borde que conserva la parte superior del ojo
derecho de la lechuza (fig. 7: 6) permite clasificarlo en el grupo III de Johnson (1955), ya que los otros dos
ejemplares solo conservan parte de las ramas de olivo.
En un estudio clásico de Johnson (1955) se estudiaron los escifos y las glaucas, denominadas
respectivamente escifos de tipo A y B-glaucas por Beazley (1963: 982). Aunque ambas formas se decoraron
con la misma iconografía de la lechuza entre ramas de olivo, existe una diferencia tipológica, ya que las
glaucas —a diferencia de los escifos— curvan los bordes hacia el interior. En los casos que nos ocupan, no
hay duda de que los dos bordes pertenecen al tipo A, concretamente a los de borde recto y perfil continuo.
Escifos y glaucas se fecharon desde el 480 a.C. y durante todo el segundo y tercer cuarto del siglo V
a.C. (Beazley, 1963: 982; Boardman, 1989: 39). En la península ibérica, los ejemplares de Ampurias se
concentran en el tercer cuarto del siglo V a.C., aunque Miró (2006: 199) señaló que podrían alcanzar el último
cuarto del mismo. De hecho, existen glaucas en yacimientos peninsulares cuyos límites cronológicos se han
llevado hasta el 375 a.C., como ocurre en La Alcudia (Elche, Alicante) (Trías, 1967-68: lám. CLXXV.8),
calle Botica nº 10 (Huelva) (Rouillard, 1991: 738) y en un propio depósito de ofrendas en el que se han
registrado dos glaucas de la NIA III (Miguel-Naranjo et al., 2025: fig. 8: 5-6).
Centrando la atención en el caso específico de los escifos del tipo A con lechuzas hallados en el
Mediterráneo (Beazley, 1963), se observa una mayor concentración de los ejemplares en la segunda mitad
del siglo V a.C., aunque también hay ejemplares fechados en el segundo cuarto del siglo IV a.C. (Fabrini,
1984: 62, Tav. 31.b).
3.2.4.2. Escifos de guirnaldas (2.73 %)
Entre los fragmentos de escifos estudiados se encuentra una base de 9.5 cm de diámetro en cuya superficie
externa se aprecia la característica línea blanca sobrepintada ejecutada en este tipo de escifos (fig. 7: 9),
así como dos galbos con líneas blancas paralelas también sobrepintadas (fig. 7: 10-11). Las pastas son
marrones, naranjas y grises.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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Fig. 7. 1-5: copas-escifo; 6-8:
escifos de lechuzas; 9-11: escifos
de guirnaldas; 12-13: escifos de
figuras rojas; 14: cántaros San
Valentín.
Formalmente, son escifos del tipo A de la variante de borde recto y perfil continuo que fueron estudiados
por Rouillard y Picazo (1976) en un trabajo de referencia. En este caso, los bordes fueron ribeteados en la
superficie externa por una guirnalda de hojas de mirto o de hiedra en figuras rojas entre las que se intercalan
los frutos elaborados con blanco sobrepintado. Este tipo de escifos fueron escasos en el Ática, por lo que
debió ser una de las producciones enfocadas al comercio con Occidente, como ilustran algunos ejemplares
italianos (Fabrini, 1984: 142-143), entre los que destaca el documentado en la Tumba 399 de la necrópolis
de Spina de finales del siglo V a.C. (Massei, 1978: Tav. VI.1).
Algunos de los conjuntos más destacados de escifos con guirnaldas de hojas de mirto de la península
ibérica se han documentado en Cancho Roano (Gracia, 2003: lám. 9-10) y en Ullastret (Picazo, 1977: 9394), con una datación respectiva de finales del siglo V y la primera mitad del siglo IV a.C. En Huelva, este
tipo de escifos se asocian a cántaros Saint Valentín que corroboran su datación a finales de finales del siglo
V a.C. (Jiménez y Ortega, 2004: 137). Los fragmentos de escifos de este tipo del sector IV de Alarcos se han
fechado en algún momento de la segunda mitad del siglo V a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: 358; Fernández
Rodríguez, 2015: 251, fig. 13:A-88-IV-23-2286-A), aunque los contextos peninsulares parecen apuntar
preferentemente hacia los momentos finales del mismo.
3.2.4.3. Escifos de figuras rojas (1.82 %)
Entre los escifos de figuras rojas destaca un borde de pasta naranja con 11 cm de diámetro que pertenece
a un escifo de tipo A de la variante de doble curva (fig. 7: 12), típico del siglo IV a.C. (Sparkes y Talcott,
1970: fig. 4:352). La tipología del vaso y el estilo desarrollado permiten adscribir el fragmento al Fat Boy
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P. Miguel-Naranjo
Group de Beazley (1963: 1484-1494), caracterizado por una baja calidad artística en sintonía con otras
producciones contemporáneas. La impronta de dicho grupo queda patente en el remate rasgado del ojo
y en la forma de hacer el cabello de un personaje —muy probablemente integrado en la típica escena de
palestra— formado por una mancha homogénea con tres lóbulos dentro de un amplio espacio en reserva
que forma la figura roja. Los trabajos del grupo del Fat Boy se concentraron en el segundo cuarto y en los
inicios del tercer cuarto del siglo IV a.C. (Paleothodoros, 2015: 107), aunque las revisiones más recientes
encuadran las primeras producciones en torno al 380 a.C. (Muscolino, 2017: 98, 110). Con relación a la
distribución, dentro del vasto espacio geográfico en el que se comercializaron los vasos del grupo del Fat
Boy se encuentra la península ibérica, en la que se han documentado más de 117 escifos (Paleothodoros,
2015: Tab. 1).
Dentro del contexto específico de la península ibérica, Ampurias muestra el mayor número de testimonios
con 58 ejemplares (Miró, 2006: 66). Es posible que desde dicho enclave se comercializaran estos vasos
hacia otros yacimientos ibéricos cercanos como Ullastret (Maluquer de Motes et al., 1984: pl. 31, 32:5,
pl. 44:2) o Castell de Palamós (Aquilué et al., 2017: fig. 4:4). La Alta Andalucía también encabeza la lista
de los sitios con una mayor concentración. Es significativo que, de los escasos escifos documentados en
Andalucía oriental, la mayoría pertenezcan al grupo del Fat Boy (Domínguez y Sánchez, 2001: 442). Más al
norte, los escifos del grupo del Fat Boy también aparecen en las necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho
(Jumilla, Murcia) (García Cano y Gil, 2009: 81) y en La Albufereta (Alicante) (García Cardiel, 2017: 215).
Sin embargo, la distribución de esta serie no se circunscribió exclusivamente a espacios costeros, ya que
también se han documentado en el interior peninsular, como en Botija (Cáceres) (Jiménez, 2017: fig. 5A.3).
Para el caso particular del Alto Guadiana, se trata del primer ejemplar documentado hasta el momento del
grupo del Fat Boy, ya que el referente geográfico más cercano se localizó en la tumba IX de la necrópolis
de Baños de la Muela (Linares, Jaén) (Blázquez, 1975: fig. 85:6).
Por otro lado, también se conserva un fragmento de pared de escifo con una escena dionisíaca en la que
solo se conserva la piña de un tirso y los restos de la mano y la cara de un personaje (fig. 7:13). El tirso tiene
puntos blancos sobrepintados, lo que, unido al estilo descuidado del motivo, permite señalar su posible
datación desde finales del siglo V a.C. o, más probablemente, en el siglo IV a.C.
3.2.5. Cántaros sessile del Grupo San Valentín (0.91 %)
También se ha recuperado un asa de cántaros sessile del Grupo Saint Valentín (Howard y Johnson, 1955) (fig.
7:14), muy representados en el sector IV de Alarcos (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 4; Fernández Rodríguez y
Madrigal, 2015: fig. 13: arriba e izquierda), por lo que no supone una forma desconocida en este oppidum oretano.
La revisión de los materiales de Pradillo del Moro también ha permitido concretar como cántaros San Valentín
el fragmento de un borde erróneamente clasificado como escifo (Patiño, 1988: 304). Con la información que
ofrece el fragmento estudiado sería imposible clasificarlo en las tipologías de referencia (Howard y Johnson,
1955). Tan solo se pueden marcar los límites cronológicos, situados entre el segundo cuarto y finales del siglo
V a.C. (Beazley, 1963: 985). Estas producciones, que combinaron la técnica de figuras rojas con el blanco
sobrepintado, se suelen fechar en la península ibérica en la segunda mitad del siglo V a.C. (Miró, 2006: 103),
aunque son más habituales los contextos de finales del siglo V y los inicios del IV a.C. (García Cano, 1982:
60). El contexto más cercano en el que se ha documentado un destacado lote de cántaros Saint Valentín es la
necrópolis de los Villares (Blánquez, 1990, 1991), fechado a finales del siglo V a.C.
4. LA CERÁMICA ÁTICA DE ALARCOS EN EL CONTEXTO DEL ALTO GUADIANA
La información sobre el comercio de cerámica ática en el Alto Guadiana ha crecido exponencialmente
gracias a los trabajos sistemáticos desarrollados en yacimientos como Alarcos, La Bienvenida, el Cerro
de las Cabezas, Alhambra o Calatrava la Vieja entre otros (fig. 8). Como resultado inmediato, queda
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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superado un estado de la cuestión en el que el conocimiento de las importaciones griegas se restringía casi
exclusivamente a materiales hallados en posición secundaria (Patiño, 1988). Sin embargo, a pesar de todos
los esfuerzos, se cuenta con muchas limitaciones, casi todas derivadas de un material muy fragmentado que
impide precisar algunas cuestiones como la iconografía, los talleres o la propia identificación de la forma.
Por este motivo, se ha querido hacer un estudio exhaustivo de todas las cerámicas áticas del Sector III con el
fin de extraer la máxima información y, junto con los estudios de otros sectores (Cabrera y Sánchez, 1994;
Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015), ofrecer una imagen integral sobre el comercio de cerámica ática
de Alarcos.
En el Sector III la muestra estudiada la componen 140 fragmentos típicos, aunque solo se ha podido
determinar el tipo o la forma del 80 %. De este conjunto, el 71.82 % corresponde con formas para beber,
un 20.91 % para el consumo de sólidos, un 6.36 % para la mezcla y tan solo el 0.91 % para el servicio
de líquidos (tabla 1). En algunos contextos funerarios ibéricos, sobre todo de la Alta Andalucía (Sánchez,
2017), las cráteras se usaron como urnas cinerarias, un comportamiento que también se registra en la NIA III
a través de un extraordinario ejemplar del Retorted Painter (Miguel-Naranjo et al., 2024). Sin embargo —
como revelan los fragmentos estudiados del Sector III— también fue una forma de uso doméstico, aunque
desconocemos si en estos contextos las comunidades ibéricas de Alarcos les concedieron su uso original
para mezclar el agua con el vino o si, por el contrario, les dieron un uso que desconocemos.
De la enumeración y proporción del elenco de formas se deduce que la mayoría de vasos importados
desde el Ática y adquiridos por las comunidades ibéricas de Alarcos se relacionan con la vajilla de mesa y,
más concretamente, con vasos para beber. Este comportamiento sigue la tónica de la dinámica comercial
Fig. 8. Mapa del Alto Guadiana con los yacimientos de la actual provincia de Ciudad Real citados en el texto en los que
se ha documentado cerámica ática: 1. Alarcos (Poblete-Ciudad Real), 2. La Bienvenida-Sisapo (Almodóvar del Campo),
3. Valdarachas (Poblete), 4. Calatrava La Vieja (Carrión de Calatrava), 5. Motilla de las Cañas (Daimiel), 6. Necrópolis
de Los Toriles-Casas Altas (Villarrubia de los Ojos), 7. Motilla de los Palacios (Almagro), 8. Cerro Domínguez-Oretum
(Granátula de Calatrava), 9. Pradillo de los Moros (Membrilla), 10. Cerro de las Cabezas (Valdepeñas), 11. Necrópolis
del Camino del Matadero y Las Fuentes (Alhambra), 12. Necrópolis del Toro (Alcubillas), 13. El Morrón (Torre de Juan
Abad), 14. Cerro de las Nieves (Pedro Muñoz).
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P. Miguel-Naranjo
registrada en el Alto Guadiana y en la península ibérica en general, en la que los vasos áticos —concebidos
como vajilla de lujo— adquirieron un importante papel en la configuración de las identidades de las jefaturas
íberas que visualizarían su poder en espacios relacionados con el banquete y la comensalidad (Domínguez,
2001-02). Sin embargo, dentro de esta consideración de la cerámica ática como vajilla de lujo, el hecho de
que en algunas regiones predominen determinadas formas frente a otras —como se ha comprobado en el
caso de La Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia) en el que predominan los cuencos (Amorós y VivesFerrándiz, 2022: 14, 16), frente a las formas para beber en el Sector III de Alarcos— invita a una reflexión
al respecto, ya que podría ser un comportamiento derivado de las diferentes vías de aprovisionamiento o
de las demandas locales.
A pesar de las alteraciones por las posteriores construcciones medievales, muchas de las cerámicas
áticas se han localizado en suelos de uso que corrobora su contextualización en un espacio relacionado con
las actividades productivas y económicas de las comunidades ibéricas de Alarcos. Para el caso concreto
del almacén, es interesante ponerlo en relación con el almacén colectivo del poblado ibérico de la Bastida
de les Alcusses anteriormente citado, en el que también se registraron cerámicas áticas (Amorós y VivesFerrándiz, 2022: 14). Es posible que —como se ha interpretado para el almacén valenciano— en el edificio
del Sector III de Alarcos también se conservaran los vasos áticos para su posterior distribución. Para el caso
de la zona enlosada de este sector, muchos de los fragmentos formaron parte de los vertidos de amortización,
por lo que sería muy difícil deducir su uso dentro de este espacio.
Gran parte del repertorio documentado en Alarcos se ha registrado en otros yacimientos del Alto
Guadiana, a excepción de formas y talleres que hasta el momento solo se han localizado en el Sector III
de Alarcos: enócoes, escifos del tipo A con lechuzas, copas del taller del Pintor de Jena o escifos del grupo
del Fat Boy. En el Sector III también se han constatado fragmentos de fondos de copas en los que solo se
conservan dos círculos concéntricos en reserva para delimitar el medallón central (fig. 6:21). Con fragmentos
similares, Cabrera y Sánchez (1994: 364, nº 6-7) señalaron la existencia de obras del taller del Pintor de
Marlay al indicar que en Alarcos aparecen los siete ítems que representan al que denominaron “horizonte
ampuritano”, una información que se ha ido reiterando en trabajos sucesivos sobre las producciones áticas
de este yacimiento sin ofrecer un ejemplo claro que lo demuestre. En este trabajo se ha preferido no adscribir
a dicho taller fragmentos con una información semejante, ya que el recurso de los dos círculos concéntricos
para delimitar medallones fue recurrente en varios talleres áticos.
En cuanto a la cronología, los ejemplares estudiados del Sector III cubren un marco temporal
ininterrumpido que abarca desde el 460 a.C. hasta finales del siglo IV a.C., aunque es desde finales del siglo
V a.C. y durante toda la primera mitad del siglo IV a.C. cuando hay una mayor concentración y variedad
de vasos importados del Ática. Esta secuencia es la misma que la registrada en los sectores Alcazaba, IV y
IV-E (Cabrera y Sánchez, 1994; Fernández Rodríguez y Madrigal, 2015), a excepción de la fecha del 460
a.C. que revela la copa tipo Cástulo de la primera generación del Sector III.
Por su parte, de las tres necrópolis ibéricas localizadas hasta la fecha en Alarcos, solo la NIA III
ha proporcionado materiales áticos que permiten establecer una interrelación entre esta y el poblado.
Aunque se encuentra en fase de estudio, los materiales exhumados hasta la fecha en la NIA III confirman
un aumento de las importaciones áticas a partir de los inicios del siglo IV a.C., con una destacada
concentración entre el 400 y el 350 a.C. Entre los materiales que cubren este marco cronológico se
encuentra la crátera de campana de la Tumba 80 adscrita al Retorted Painter (Miguel-Naranjo et al.,
2024) o los 49 NMI que forman un depósito de ofrendas fechado entre el 380-370 a.C., en el que destacan
varias stemless large plain rim y copas de pie alto del tipo B del taller del Pintor de Jena, glaucas,
copas-escifo del Pintor Q, cráteras del Pintor de la Grifomaquia de Oxford o copas de la clase delicada
(Miguel-Naranjo et al., 2025). En cuanto a las tumbas, salvo un fragmento de copa tipo Cástulo antigua
(460-450 a.C.), el resto de los materiales áticos documentados hasta el momento se fechan en el siglo
IV a.C.: fragmentos de cráteras de campana, copas-escifo del Pintor Q, escifos del grupo del Fat Boy o
copas de la clase delicada entre otros.
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La cerámica ática del Sector III de Alarcos (Ciudad Real)
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Esta secuencia no significa que el comercio de cerámicas áticas comenzara en Alarcos a mediados del
siglo V a.C., ya que se han documentado materiales en los sectores IV, IV-E y Alcazaba que se remontan a
los momentos finales del siglo VI a.C. (Cabrera y Sánchez, 1994: nº 1-3; Fernández Rodríguez y Madrigal,
2015: fig. 9). Los límites cronológicos sobre el comercio de cerámica griega en Alarcos tienen que elevarse
a la primera mitad del siglo VI a.C., según se desprende de la revisión que se está llevando a cabo de los
materiales del oppidum y entre los que se han reconocido cerámicas arcaicas procedentes de Grecia del Este.
La recepción de cerámicas griegas durante época Arcaica también se registra en la Bienvenida-Sisapo
(Zarzalejos et al., 1995: nº 1), si bien en este yacimiento las primeras importaciones griegas se remontan
a una fase anterior de finales del siglo VIII o principios del VII a.C. (Zarzalejos et al., 2017: fig. 15). Por
tanto, los circuitos comerciales que conectaban el Alto Guadiana con los puertos de comercio costeros que
canalizaban importaciones griegas ya estaban activos desde el Hierro I.
En el Cerro de las Cabezas también se ha registrado un borde de figuras negras con una palmeta de
abanico fechado por sus excavadores a finales del siglo VI o principios del siglo V a.C. (Madrigal, 2020:
166, fig. 1). El borde corresponde con una copa-escifo haimoniana cuya producción, según los trabajos más
recientes (Garés, 2023), se prolongó hasta el 400 a.C. La moldura remarcada en el tercio superior del borde
lo pone en estrecha relación con el Grupo de Ullastret, al que probablemente pertenezca y cuya cronología
se extiende entre el 430-400 a.C. (Garés et al., 2025). Por tanto, el fragmento de figuras negras tardías del
Cerro de las Cabezas no se trataría de una producción arcaica, sino de época clásica.
Con la información cronológica que ofrecen los materiales de Alarcos se observa un hiatus de las
importaciones griegas durante gran parte de la primera mitad del siglo V a.C., acorde con la situación
registrada en el Alto (García Huerta y Morales, 1999) y Medio Guadiana (Jiménez y Ortega, 2004: 149).
De hecho, y a excepción de casos excepcionales como Ampurias, existe un vacío de importaciones en la
práctica totalidad de la península ibérica durante este periodo, una cuestión que se ha relacionado con el
reajuste comercial y el reenfoque de los principales puertos de comercio hacia la costa mediterránea a raíz
de la crisis del mundo tartésico. De esta forma, Huelva o Cádiz —que durante el Hierro I habían sido los
principales puertos de comercio— reducen su protagonismo a favor de otros puertos levantinos con la
consecuente reducción de los materiales importados durante la primera mitad del siglo V a.C. Esta dinámica
comercial argumenta que el grueso de la cerámica ática peninsular tenga menor calidad artística, ya que
fue desde mediados del siglo V a.C. cuando los talleres áticos descuidaron la técnica (Boardman, 1989: 7).
En cuanto a las rutas comerciales, es muy probable que la cerámica griega arcaica irrumpiera en el Alto
Guadiana desde Huelva, sobre todo si se tiene en cuenta la inclusión del Alto Guadiana en la órbita tartésica
durante el Hierro I (Miguel-Naranjo et al., 2023b: 16). Esta arteria Sur-Norte, que muy probablemente fosilizó
en la posterior Vía de la Plata, tuvo —a la altura de Medellín— un ramal hacia el Valle de Alcudia, quizás
el Itinerario 29 de Antonino de época romana (Zarzalejos et al., 1995: 186). Esta red de aprovisionamiento
experimentó cambios a finales del siglo VI a.C. a raíz de la citada crisis de Tarteso. Tradicionalmente se ha
señalado el papel protagonista de Ampurias como el principal centro redistribuidor (Domínguez, 1996: 65-67).
Sin embargo, es bastante reveladora la semejanza entre el repertorio tipológico de Alarcos y el de los yacimientos
de la mitad sur peninsular, a excepción del pie de enócoe. Son bastante significativas las copas con una lechuza
en el medallón del fondo interno, ya que son muy puntuales en el registro arqueológico peninsular, por lo que es
muy posible que el puerto comercial desde donde llegaron las importaciones áticas de época clásica se situara
en el sur de la actual comunidad Valenciana, Murcia y, más probablemente, la Alta Andalucía. A partir de la
distribución de las cráteras del Retorted Painter (Miguel-Naranjo et al., 2024: fig. 5), se podría plantear Villaricos
como uno de los principales puertos de comercio por el que se introdujeron las importaciones áticas del siglo IV
a.C. y que atravesaron toda la parte meridional de la Oretania. Tampoco habría que descartar la ruta Sur-Norte
frecuentada durante el Hierro I que, aunque con menor importancia, pudo seguir activa en época íbera.
También se planteó la denominada “Ruta de los Santuarios” (Maluquer de Motes, 1985: 22, 24),
cuya trayectoria iría desde Santa Pola hasta Medellín atravesando toda la meseta Sur. Esto explicaría las
concomitancias entre algunos de los materiales áticos del Alto y Medio Guadiana, como las copas con
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lechuzas, los escifos del Fat Boy Group, las copas del grupo de Vienna 116 o los escifos de guirnaldas.
Sin embargo, hay materiales del Alto Guadiana que están completamente ausentes en el Guadiana Medio,
como los cántaros del tipo Saint Valentín o las copas de pie alto, por lo que todo parece indicar que los
circuitos comerciales que operaron en ambas zonas fueron distintos. Las cráteras de campana también son
reveladoras, ya que existe un destacado número en el Alto Guadiana frente a un único fragmento de borde
del Guadiana Medio, aunque esta circunstancia podría relacionarse con las demandas de las poblaciones
locales de cada una de estas regiones culturalmente diferenciadas durante los siglos V y IV a.C.
Planteados los repertorios y la línea cronológica en la que se contextualizan, se concluye la importancia
del Alto Guadiana en la recepción de importaciones áticas que empieza a ser destacada a finales del siglo V o
principios del siglo IV a.C., un flujo comercial directamente relacionado con la demanda de una élite social
que concibió la vajilla ática como un elemento de ostentación y distinción social. La variedad tipológica
y de talleres registrados en el Alto Guadiana revela la importancia de esta región dentro de los estudios de
cerámica ática de la península ibérica, en los que a veces no se consideran los contextos del interior. Por este
motivo, es necesario seguir avanzando en la revisión de materiales procedentes de excavaciones antiguas y
la documentación de repertorios estratificados para marcar nuevas líneas de investigación relacionadas con
los usos y simbolismo que las cerámicas áticas tuvieron entre las sociedades íberas oretanas.
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